Un Yorkshire fallecido y un bulldog invidente y sordo: las benditas mascotas de A Coruña

Dos emotivas historias sobresalieron en una nueva misa masiva por San Antonio Abad
Un Yorkshire fallecido y un bulldog invidente y sordo: las benditas mascotas de A Coruña
Las mascotas se comportaron a la perfección

Eso de que todas las criaturas son de Dios no siempre lo llevamos a la práctica en todos los ámbitos de la vida, pero si alguien lo cumple a la rajatabla cada año esa es la Venerable Orden Tercera, que una vez más volvió a quedarse pequeña para la celebración de San Antonio Abad. Como es tradición, un número imposible de determinar de fieles y animales, aunque éstos casi en mayoría, volvieron a orar juntos de alguna manera, significativa, pero sin duda emotiva.

 

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A algunos se les hizo largo | Carlota Blanco


Pocas ediciones se recuerdan con historias tan impactantes como las de este 2025. Presidió la ceremonia una urna con las cenizas de Valentina, una Yorkshire de 12 años fallecida en la víspera y que era una habitual de este acto. “Se fue detoriorando con los años, pero nunca faltaba, así que le pedimos al párroco si podía bendecir sus cenizas”, dijeron entre sollozos Loli y Alfredo, sus tutores durante toda la vida. Orgullosos, ambos enseñaron a todo aquel que preguntaba un álbum de fotos con sus instantáneas. 
Por su parte, Yaiza llevó a Elia por primera vez a la Orden Tercera. Su relación empezó hace apenas un año, cuando decidió aceptar el reto de una protectora de Ferrol y hacerse cargo de un bulldog francés entonces de 13 años, ciego y sordo. “Está como nuevo, es una gozada”, confiesa desde la última fila su tutora. 

 

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La Orden Tercera se quedó pequeña | Carlota Blanco


El desarrollo de la ceremonia en sí fue especialmente breve, aunque mucho más respetuosa que otros actos masivos entre humanos. Solamente algún ‘guau’ de los más inquietos interrumpió alguna de las cartas leídas desde el altar, aunque todas las partes eran conscientes de que se trataba de lo de menos. Fueron apenas 20 minutos de homilía en realidad.


Puede decirse que buena parte de los animales que estaban en la ceremonia eran de avanzada edad, que no sus tutores, en muchos casos niños. Otro de los debutantes que se comportó a la perfección fue Annia, un pekinés mestizo que, a sus 11 años, asistió por primera vez a una ceremonia religiosa humana
El momento de la bendición, clímax de la jornada, obligó al párroco a salir al patio exterior, donde aguardaban los animales más voluminosos e inquietos, que también son De Dios, como recordó. 


Además, una vez concluida la ceremonia puramente religiosa, los representantes de la Venerable Orden Tercera, así como el párroco, animaron a los tutores de los animales a hacerse una instantánea en el altar. Algunas de ellas fueron muy divertidas y otras con cierta solemnidad, aunque se llegó a formar cierta cola. 
De todos modos, y como nunca llueve a gusto de todos, ni siquiera agua bendita, algunos de los presentes se quejaron de que la bendición tuviera menos alcance que en otros años, además de comentar la creciente tendencia al dominio canino. Y es que, salvo contadas excepciones de gatos, casi hubo presencia unánime de perros. 


Finalmente, entre los comentarios de los que se marchaban pacíficamente empezó a gestarse una suerte de pequeña iniciativa: convertir un acto que se celebra una vez al año en algo mucho más habitual: repetir con cierta asiduidad

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