Vaya por delante que el término ‘peregrinaje’ supone una licencia poética ya que el viaje realizado por uno o varios vándalos entre tres iglesias de Abegondo nada tuvo de espiritual. Es más, por los destrozos que dejó o dejaron a su paso, Blanco Amor en su inmortal ‘A Esmorga’ narra las peripecias de tres amigos protagonistas de una fiesta de guardería.

El incidente en el que se allanaron los templos de San Salvador de Cerneda, Santa María de Sarandós y San Miguel de Figueroa no está claro todavía en el tiempo. Algunos vecinos suponen que se produjo hace tres semanas, otros se decantan por cuatro. Este desfase puede deberse al hecho de que una misa cada siete días en muchas parroquias del rural queda para el recuerdo. 

Lo que sí se supone más que probable es que los asaltos tuvieron lugar la misma madrugada. Sin embargo, para los conocedores del terreno sorprende que la actuación afectase a las tres iglesias. A las de Sarandós y de Figueroa se las puede calificar de vecinas, pero la distancia en kilómetros que las separa de la de Cerneda es considerable, incluso para recorrerla en vehículo a motor que es lo que, sin duda, sirvió de transporte en los ataques.

Respecto a este apartado lo destacable es que ninguno de los templos albergaba objetos de valor económico. Lo habitual es que párrocos o, en su defecto, feligreses pongan a buen recaudo lo que creen que puede atraer la atención de los que ‘añoran’ lo ajeno.

Capítulo aparte se merecen los daños materiales. Las tres iglesias tienen las puertas principales y secundarias forzadas, mientras que en la de Cerneda los ‘malos’ también se ensañaron con las ropas y objetos de culto depositados en la sacristía.