Nos creemos los reyes de la selva (y de cualquier otro ecosistema) y en cuanto tiene ocasión, la naturaleza nos pone en nuestro sitio. Porque por más que nos empeñemos en encerrarla o, como es el caso, modificarla genéticamente, ella se abre camino. Y así las moreras de San Andrés que, teóricamente, no darían fruto ya presentan los primeros. Parece que tocará limpiar la calle de manchas de mora.