Transcurridos más de cien años desde su construcción, el parque de El Pasatiempo sigue dando de qué hablar y de qué escribir, revelando sorpresas y despertando el interés de los investigadores que, a través de distintos ámbitos de actuación, se acercan a él para entender su historia y la de sus creadores, los hermanos Juan y Jesús García Naveira. Sin embargo, a pesar de su enorme atracción y originalidad, “sigue siendo un gran desconocido en todo el mundo, incluso en España”.
Ignacio Somovilla (L´Infiestu, Asturias, 1966), abogado, gestor cultural e historiador especialista en jardines, no recuerda exactamente cuándo lo visitó por primera vez, pero sí lo mucho que lo maravilló, como “uno de los jardines más singulares, originales y enigmáticos que se hayan hecho en todo el siglo XX y en toda Europa”. Desde entonces han sido numerosas las ocasiones en las que se acercó a Betanzos. Antes, como asturiano, había conocido los célebres leones de Covadonga, pero sin saber que su emplazamiento original, para el que se habían diseñado, era una de las entradas de El Pasatiempo.
Somovilla es el editor de ‘El Pasatiempo y otros jardines (extra)ordinarios’. El primero con el sello de la editorial Encyclopaedia Botanica, que surge de la necesidad “intentar cubrir el hueco existente sobre la generación de pensamiento y ensayo acerca del mundo del jardín en España”.
La publicación es un recorrido por su historia que no duda en reconstruir su antigua configuración y esplendor, y que se completa con una interpretación de las claves masónicas del recinto, de la que se encarga el director del Museo das Mariñas, la biblioteca y el archivo municipales, Ángel Arcay, y con una “personal selección de otros jardines bizarros y singulares del mundo”, desde el ‘parque de los monstruos’ de Bomarzo, “el padre de todos ellos”, al Palais Ideal del cartero Cheval, con el que siempre se le comparó, pasando por la Quinta Regaleira, Las Pozas de Edward James, el Prospect Cottage de Derek Jarman, o las casas y jardines de Salvador Dalí o de César Manrique.
Con prólogo de Santiago Beruete, experto en la materia y autor de ‘Jardinosofía’, a los textos de Ignacio Somovilla y Ángel Arcay, se suman cuatro artistas: Vari Caramés, Robert Waters, Federico Granell, Sergio Ibáñez.
Somovilla describe El Pasatiempo como “una amalgama de vegetación, materiales, fuentes, esculturas, avenidas arboladas, invernaderos, pabellones, grutas, topiaria de curiosas formas, relieves alegóricos… lleno de mensajes aún por descifrar y que ha dado lugar a las más variopintas analogías e interpretaciones” que, como otros espacios singulares, acusó el paso del tiempo y la acción humana, y del que solo se conserva una pequeña parte, “pero que sigue aún demostrando su singularidad”, dice Somovilla.
Los cuatro artistas colaboradores también lo visitaron en su día y, a través de sus creaciones, mostraron sus impresiones de la Huerta de Don Juan. Desde Vari Caramés y su poética fotografía de la decadencia de El Pasatiempo, a Robert Waters y sus vívidas representaciones de algunos de sus elementos icónicos, a los que sigue la pista hasta el santuario de Covadonga o el pazo de Armuño, pasando por Sergio Ibáñez o Federico Granell, que realiza un cuaderno de viajes alrededor del mundo, iluminando algunos de esos jardines bizarros, tan radicalmente opuestos a los que solían construir los indianos, mucho más tradicionales, asociados a una vivienda. Pero El Pasatiempo se creó “para asombrar, educar e iluminar a todos sus visitantes” como hizo en sus inicios, de la mano de Juan María García Naveira.
Después comenzó una etapa “más triste” en la que “parece que no se le supo valorar, en la que entraron el abandono y la destrucción”, a la que siguieron la de la cuestionada restauración de los 90 y la actual, ya declarado Bien de Interés Cultural (BIC).