¿Qué le impulsó a escribir la historia del festival? 
Es uno de los eventos más importantes de mi municipio y de los pocos que han conseguido resistir 30 años con buena salud. Era necesario celebrarlo.

Algo que usted descubriese escribiendo el libro y que le haya llamado especialmente la atención.
Comprobar los presupuestos que se manejaban al principio, 250.000 pesetas, y descubrir las anécdotas de los grupos noveles con los cabezas de cartel. Carlos Tarque tomando algo en el bochinche con los chavales, Yosi de Los Suaves haciendo gimnasia antes de salir al escenario...

¿Qué fue lo más complicado de todo este proceso?
Recabar material. Carteles, fotografías, documentación... ha sido una labor complicada y tengo que agradecer a Ángel Sánchez, de Inadaptados, su ayuda y su archivo personal.

¿Alguna banda que le gustaría que volviese a Cambre? 
Ya han repetido muchas que me gustan así que voy a pedir dos que nunca han estado en el festival: Extremoduro (o Robe Iniesta) y Ska-P.
 

De todas las que pasaron, ¿con cuál se queda? 
Tengo la espinita de no haber estado en 2001, cuando tocó Platero y Tú, que es una de mis bandas favoritas, así que me quedo con Los Suaves, Marky Ramone y Heredeiros da Crus.

¿Qué beneficios aporta el festival a Cambre? ¿Por qué es tan importante para el municipio?
Un increíble retorno económico durante las dos noches que dura, poner en el mapa cultural a Cambre y, lo más importante, haber plantado en los jóvenes locales la semilla de la música y del rock. El festival ha generado una cantera musical ingente para un pueblo tan pequeño.

Entonces fueron pioneros, pero ahora hay tantos festivales… ¿Cuál cree que ha sido la clave para mantenerse tanto tiempo?
Lo primero, que sigue siendo gratuito y que permite a gente de cualquier edad acercarse al rock. La clave para mantenerse ha sido contar con la opinión de la juventud y de los músicos locales, en un principio dándoles toda la libertad para elegir el cartel y, más tarde, dejándose asesorar por ellos.