“Parece que después de esperar esta cola el roscón te sabe mucho mejor”. Lo decía una vecina ayer en medio de su larga espera para cruzar las puertas de uno de los referentes rosconeros de la ciudad. Y quizá no le faltaba razón porque cientos de coruñeses como ella, y gente llegada de municipios limítrofes, se dio cita ante distintas confiterías de la ciudad cargada de paciencia.
De esa virtud tuvieron que hacer gala los clientes de Flory, en Francisco Añón, que desde primera hora de la mañana soportaron grandes colas por llevarse a la boca un dulce de Reyes con solera en A Coruña. Fuera del famoso establecimiento se vivieron pintorescas imágenes en las que se mezclaron abuelos, familias e, incluso, jóvenes que, estando libres, quisieron hacer un regalo gustativo a sus allegados.
Aunque muchas panaderías retomarán hoy las ventas, a gran parte de los vecinos el antojo les entró ya ayer porque no es lo mismo irse a esperar a los Reyes habiendo cumplido ya una parte de la tradición que sin catarlo.
Tanto es así que también en la mítica Glaccé hubo atasco de gente. Si bien es cierto que la cola no llegó tan lejos como otros años porque las dependientas la fueron desmontando al despachar lo más rápido posible, hubo quien pasó hasta hora y media a la intemperie por probar el roscón de Reyes de allí.
Los más madrugadores llegaron pasadas las seis de la mañana y no se movieron hasta que salieron con varias piezas, pero a otros les fue suficiente con ir a media mañana. “No soy muy de dulce pero el roscón me encanta”, confesaba una de las que no puso el despertador, que reconoció que le toque o no el haba “es la abuela la que paga”.
Al menos le merece la pena porque por superstición o por tradición, ella siempre guarda el rey o la legumbre en el bolso “para que dé suerte” hasta que llega la remesa del año siguiente. “A mi no me compensa esperar la cola pero a mi hija sí”, contaba otra cliente después de pasar 25 minutos intentando acercarse a la entrada. Una compañera de cola, aseguraba ser compradora fiel y sí estaba contenta con el resultado porque si no no hubiese esperado de nuevo. El que no las tenía todas consigo era un vecino, que después de 40 minutos empezaba a desesperar. “Para otro año lo compraré antes y lo congelaré”, zanjó.
Con menos agobio por parte de los clientes, pero el mismo ajetreo dentro del mostrador vivieron la jornada en La Tahona de la plaza de Lugo y la confitería La Coruña. Cerca de la una en esta última ya habían agotado la primera tanda y emplazaban a los ávidos compradores a regresar un poco más tarde.
“Tenemos más o menos los mismos encargos que el año pasado pero hoy la gente acude más que mañana”, confesó José Sánchez, de Dulces Hildita.