as víctimas del accidente del Alvia han dejado claro que, tras el descarrilamiento en Angrois, sus vidas no han vuelto a ser las mismas. Tanto las secuelas físicas como las psicológicas han paralizado o roto sus vidas, creándoles un inmenso dolor que las indemnizaciones nunca podrán cubrir.
La primera jornada de la fase civil del juicio del Alvia ha estado marcada por testimonios de dolor, en los que las víctimas han vuelto a reabrir sus heridas. Este martes han declarado 15 víctimas, cuyos relatos servirán para tratar de establecer las correspondientes indemnizaciones que suman un total de 57,7 millones de euros.
Durante el juicio, una de las víctimas ha relatado que perdió a su madre cinco meses y medio después del accidente, a causa de un "derrame cerebral" causado por un "traumatismo".
Su madre iba en el tren a un funeral, acompañada de sus hermanas: "El tren tenía que llegar sobre las nueve y cuarto. Entonces, me llamó mi hermano, diciendo que estaba saliendo una noticia con el descarrilamiento", ha contado la hija, con la voz entrecortada.
El desconcierto y la falta de comunicación hicieron que los primeros momentos fueran especialmente duros para ella, hasta que por fin una señora le confirmó por teléfono que su madre estaba viva.
Sin embargo, ha reconocido que "nunca volvió a ser la de antes": "Pensaba que le caían las cosas encima. Se le quedó esa obsesión", ha relatado la hija, que también ha añadido que su madre "se mareaba continuamente", y que le cambió "el carácter".
Todo ello sumado a las secuelas físicas provocadas por los múltiples golpes que sufrió en el tren.
Otra víctima ha declarado por videollamada que iba de vacaciones a Coruña, donde la esperaban tres amigas. Descartó el autobús porque el viaje era "más largo" y como han dicho otras víctimas, el tren le parecía "seguro".
Del accidente recuerda que el tren comenzó a temblar "como un terremoto": "Me agarré con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo salió disparado como un proyectil", ha expresado emocionada.
Ha señalado que no perdió el conocimiento en ningún momento, pero que sí tiene "lapsus de tiempo": "Pensé que no me quería morir, que quería que parara", ha compartido.
Tras recibir varios golpes, según su testimonio, recuerda que sintió un gran silencio, que ha definido como "el silencio de la muerte".
Del accidente le quedaron tanto secuelas físicas como psicológicas. Ha desvelado que nunca ha podido dormir bien desde entonces y que tiene miedo a coger un tren de nuevo.
"No hay dinero que pague los años que he perdido", ha sentenciado.
Otra de las supervivientes del accidente, que trabajaba en Madrid y cogió el tren para acudir a las fiestas del Apóstol en Fene (A Coruña) ha dado cuenta de su calvario: "Cogía ese tren habitualmente. No esperaba que pudiera ocurrir algo así".
En el momento del accidente, antes de llegar a la curva, ha asegurado que notó "un fuerte frenazo" y que entonces intentó agarrarse "con todas sus fuerzas" al asiento.
Ha afirmado también que recuerda que en ese momento ya había gente de pie, por la proximidad a la estación de Santiago, y que era un trayecto "con muchas curvas y túneles" de manera que nunca sabía muy bien en qué punto estaba.
La testigo ha dicho que tras el descarrilamiento se oían voces pidiendo ayuda. También las primeras sirenas de ambulancia. Ya en una de ellas, avisó a sus padres de que estaba viva, a pesar de que su existencia aún corría peligro.
Meses de fisioterapia y de rehabilitación, además de ayuda psicológica, no han podido ayudarla a recuperar su vida anterior: "Ahora no puedo coger un tren, un avión o un autobús. Cada vez que hay una curva, pienso que va a volcar. Yo sé que no vuelca. Pero tampoco los trenes descarrilan", ha destacado.
Al no poder conducir, debido a ese miedo, ha perdido oportunidades laborales. Asegura que su proyección profesional se ha visto "totalmente truncada".
"Ahora mismo estoy sentada en una oficina, en A Coruña, porque no puedo conducir. Estoy en una oficina atendiendo a particulares, cuando lo que hacía era estar por la calle visitando empresas", ha reconocido.
Otra mujer viajaba con su hijo de tan solo dos años y tres meses en el tren. Su marido les esperaba en la estación. Recuerda que el tren iba rápido, pero tampoco era muy consciente.
"Yo volé hacia a un lado y mi hijo hacia otro. Solo buscaba al niño", ha declarado esta madre, rota de dolor al rememorar lo sucedido.
No sabe si tardaron "segundos o minutos u horas" en rescatarles. No recuerda mucho del momento posterior pero asegura que las lesiones, tanto físicas como mentales, no desaparecen años después.
"Durante una temporada estuve caminando mal y mi hijo también", ha afirmado. Acude tanto el fisioterapeuta como el psicólogo de vez en cuando, al igual que casi todas las víctimas que han testificado en esta jornada.
Así lo reconoce una pareja de coruñeses, que regresaban a casa en el tren desde Madrid. Habían acudido allí para asistir al parto de su hija y conocer a su nieto.
El hombre ha destacado que percibió que algo iba mal cuando vio que una maleta estaba a punto de caer en el pasillo sobre dos niños que estaban jugando. Se levantó para impedirlo y ya no recuerda nada más.
Perdió el conocimiento hasta momentos después, cuando empezó a pedir socorro. En varias ocasiones llamó a su mujer, hasta que se percató de que estaba debajo de él y no podía respirar.
"En la actualidad sigo con tratamiento médico, con psicólogo y con psiquiatra", ha concretado el hombre, que no ha podido responder a todas las preguntas de los abogados debido a que, desde el accidente, ha "perdido memoria".
Su mujer ha corroborado lo sucedido y ha asegurado que aunque ella abandonó al psicólogo hace más o menos cuatro años, su marido "aún no lo ha superado".
La última víctima en testificar también ha relatado su horror. Volvía de Madrid de un entierro. No recuerda mucho, salvo ver subir en Ourense a una madre con su bebé.
"Solo recuerdo el grito de la madre llamando a su hijo. Fue horrible. Luego todo se hizo oscuro".