El grupo chií Hizbulá, con control directo sobre amplias zonas del Líbano y gran poder político en el país, es militarmente mucho más fuerte que cuando libró su última guerra contra Israel, en 2006, y hoy está en sus manos decidir si la historia se repetirá 17 años después.
Desde el pasado 8 de octubre, la formación está enzarzada en ataques cruzados con Israel, cada vez más intensos, que prácticamente han convertido las zonas fronterizas en un campo de batalla y que han disparado los miedos a que el Líbano se convierta en un segundo frente de la guerra de Gaza.
El Gobierno libanés ya ha reconocido que la decisión sobre ese potencial conflicto no depende de él. Estas son algunas claves para entender el poder que ostenta Hizbulá en el país y sus capacidades para enfrentarse militarmente al Estado judío:
El movimiento armado fue creado por un grupo de clérigos chiíes poco después del comienzo de la invasión israelí del Líbano el 6 de junio de 1982, y fue la única milicia a la que no se ordenó el desarme como parte del acuerdo que puso fin a la guerra civil libanesa (1975-1990).
Muchos acuden a una descripción simple para explicar las múltiples facetas de la formación, afirmando que es una suerte de "Estado dentro de un Estado" con su brazo político, sus aparatos de seguridad y hasta una red de fundaciones sin ánimo de lucro para proporcionar ayuda a la población.
Geográficamente, controla a grandes rasgos la región sur del Líbano -incluidas las zonas fronterizas con Israel-, el oriental Valle de la Bekaa y los suburbios meridionales de Beirut.
No es casualidad que el grupo hoy liderado por el clérigo Hasán Nasrala fuese fundado apenas un par de años después de la Revolución Islámica de 1979 en Irán, potencia chií con la que Hizbulá mantiene estrechos lazos y que ha contribuido ampliamente a su financiación y florecimiento.
Otro de sus aliados clave es la vecina Siria, donde mantiene un despliegue militar en apoyo del presidente, Bachar al Asad, y donde es a menudo objetivo de ataques con misiles por parte de la aviación israelí, acciones a las que no suele responder.
Junto a Irán y Siria, forma parte además de una coalición informal marcadamente antiisraelí conocida como Eje de la Resistencia, que incluye también a milicias palestinas, iraquíes o yemeníes, y que amenaza con involucrarse en la guerra de Gaza para apoyar al grupo islámico palestino Hamás desde otros frentes.
Aunque no se sabe con certeza el número de combatientes que hoy componen las filas de Hizbulá, el consenso apunta a que serían como mínimo un par de decenas de miles, y la cifra podría alcanzar los 100.000 milicianos, como afirmó hace dos años el líder de la formación.
Se cree que su arsenal y nivel de entrenamiento es también mucho mayor del que ostentaba durante la guerra de 2006, habiendo curtido a miles de sus hombres en la guerra de Siria y habiendo acaparado grandes cantidades de armas, incluidos drones.
Los propios expertos y medios israelíes, sus más acérrimos enemigos, estiman que el grupo chií cuenta con alrededor de 150.000 proyectiles de varios tipos y que entre ellos estarían misiles de fabricación iraní con alcance para atacar a mayores distancias de la divisoria.
Durante el conflicto de hace 17 años, el objetivo más alejado alcanzado por Hizbulá se ubicó en la ciudad israelí de Haifa, a unos 40 kilómetros de la frontera con el Líbano, mientras que la utilización de misiles aquel verano fue relativamente limitada.
Como contraste, en la última semana el movimiento libanés ha lanzando varios misiles teledirigidos por día, alcanzando con precisión tanques y puestos militares en el norte de Israel.
En una faceta muchas veces a la sombra de los ataques terroristas que se le han atribuido en el pasado dentro y fuera del Líbano, el grupo chií entró a formar parte del Parlamento libanés en 1997 y ocho años más tarde logró su primera cartera en el Gobierno.
Tras haber aumentado su influencia política a lo largo de los años, hoy cuenta con 13 escaños propios en el Legislativo y su coalición prosiria todavía es una de las principales fuerzas parlamentarias, pese a que perdió la mayoría en las elecciones del pasado año.
Hizbulá también tiene varios ministros en el actual Ejecutivo, que en 2021 logró paralizar durante meses con un boicot junto a su aliado también chií Amal, además de miembros en destacados puestos militares y administrativos gracias al intricado sistema de reparto del poder libanés.