Me asomo a la ventana ya con el pie curado y escucho que Arde París. Nada nuevo. París siempre está en llamas. Han quemado una biblioteca y asaltado un Zara. Y la culpa de que arda París es de dos personajes: Robespierre y Napoleón. De ahí no me saca nadie. Hace ya más de 200 años que Napoleón la cagó en Waterloo, pero ya la llevaba montando desde muy joven. Desde que dejó a Désirée la limpita por la lercha de Josefina (“Has hecho mi vida miserable, pero soy bastante débil para perdonarte” dijo al verse desdichada y abandonada) ya apuntaba maneras. En fin, la Desi acabó casándose con el general Bernadotte, que era un pivonazo y acabó siendo reina de Suecia, que es mejor que vivir en una ciudad que siempre arde.
Robespierre, ese decapitador de amigos y enemigos. Napoleón acabo en el exilio y supuestamente envenenado, pero él, el incorruptible, acabó sin mandíbula por un disparo y después de cargarse a Danton (muestra mi cabeza al pueblo) y a André Chénier. Robespierre, víctima de su propio delirio también subió las escaleritas dichosas para que su cráneo acabase rodando hacia la cesta de paja después de inventar el Terror y la delación en aquel buzón en el que podías denunciar al vecino que ponía regetón a la hora de la siesta. Robespierre y Napoleón, Napoleón y Robespierre, vaya dos patas para un banco. Eso sí, el himno francés es espectacular, no como el nuestro, que parece una marcha militar. Ups.
Esta semana ha estado bien cargada de sucesos, noticias, Arde París y El Hormiguero. Bueno, e Indiana Jones. Y Lidl. Una mujer un poco holgazana (si no te depilas la barba es por desidia, Cristina) protestó por tener que usar las cajas igual que yo protesto por usar los surtidores de diésel siendo rubia. Me representa. También me representa la cajera que la llamó “Caballero, caballero” como policía en pandemia si te habías quitado la mascarilla. Todos queríamos ser aquel miembro de los cuerpos de seguridad del estado cuando perseguían a los que bajaban al perro a las cuatro de la madrugada por el jet lag o sacaban del agua a una surfista a la que esposaron por dar positivo en un test porque la ciencia científica decía que las surferas positivas podían destruir la civilización occidental. Caballero, caballero, quiero ver el tíquet de su compra a ver si lleva en su bolsa un producto que no es de primera necesidad o el virus se convertirá en el mal absoluto como en “Doce Monos”. Si te fijas un poco, los de arde París han estrellado en Lidl un camión robado para poder llevarse a casa el robot de cocina plagiado de la Thermomix. Lidl siempre en nuestros corazones.
También han censurado Orlando. Los de Vox por lo visto han leído el resumen de una obra de teatro basada en la novela maravillosa de Virginia Woolf y han flipado fascistamente. Igual leer un poco es necesario para entender de qué va la cosa. Leer, eso es de gente rara. Arde París. Los candidatos van al Hormiguero. Indiana vuelve. Queman una biblioteca y han quemado Notre Dame pero la culpa era de la instalación eléctrica y de Occidente por no dejarles vivir en barrios palaciegos.
Vivimos en el ciclo de las Erofanías, que decía Iolanda. Yo intento hacer una dieta sin hidratos, pero Estrella Galicia me presiona. Arde París, pero la culpa es de La Traviata, que no se ha tapado el pelo con un trapo y va no va a nadar a la piscina totalmente cubierta, que el agua transmite el virus y la perdición sexual.
Arde París. Y la culpa es de Occidente.