Que los humanos somos una caja de sorpresas es tan cierto como que el cerebro es ese gran desconocido que puede convertirse en el peor enemigo de cada cual.
Bajo las entretelas de dicho órgano, no solamente se esconde la verdadera esencia de lo que representa cada persona, sino de lo que esta puede llegar a representar.
Un cerebro sano se rige por parámetros normales, mientras que uno que no lo está, es capaz de obligar al ser humano que lo porta a hacer las mayores atrocidades o simplemente a perder el norte ante según qué situaciones.
No es necesario haber sido diagnosticado de patología alguna para poder considerarnos completamente cabales.
De hecho, a nuestro alrededor, existen un sinfín de personas que en uno u otro momento de sus vidas han perdido su brújula cerebral.
Y hablando de pérdidas pasajeras de cordura, cabe destacar las relacionadas con las crisis de la edad que ciertas personas padecen.
Porque hay etapas de la vida de las que todos querríamos escabullirnos. Fases en las que las cargas cotidianas se transforman en insoportables mientras nuestro cerebro se afana en ordenar a nuestro oído que nos recuerde que existen vidas mejores y que, de alguna manera, estamos perdiendo el tiempo.
Y he ahí cuando ciertas personas, traicionadas por su propia fuerza motor, sucumben a las sugerencias de la gran víscera y tiran por la borda su vida en favor de sus anhelos.
Creen despojarse de las cargas y opresiones, para vivir la vida alegre durante un tiempo, dar la vuelta a un ruedo imaginario y-finalmente-retornar al punto de partida, como diría el gran Serrat, sentados en una calabaza y con un palo en la mano.
Por eso, si ustedes están fantaseando con las vidas que algunos se empeñan en mostrar en redes sociales, por favor, no dejen de pensar que las cargas se aligeran con el tiempo y que no existe vida sin ellas.
Lo dejarán todo, correrán, bailarán y se cansarán de ambas cosas y, para entonces, se darán cuenta de que soltaron unos pesos para adquirir otros nuevos, así como de que todo lo que mostraban los fanáticos de Instagram, era una gran mentira.
Un instante bonito en medio de una lucha que todos libramos en mayor o menor medida, que va por etapas y que a veces es más encarnizada y otras más afable… Vida al fin y al cabo. Con sus sonrisas y sus lágrimas, pero de la que es mejor no despegarse para no sufrir en carne propia el trabajo de volver a reconstruir pasado un tiempo y la insatisfacción de haber fracasado en un intento por vivir una fantasía.