En los últimos días ha salido a la palestra la noticia de una infidelidad amorosa que supuestamente ha acabado con la ruptura de un famoso y aristocrático matrimonio.
Que las parejas van y vienen y que solamente algunas son capaces de capear los avatares del tiempo, de los cambios, de la dispersión y de las crisis de la edad; creo que no es un secreto para nadie.
En mi opinión y más allá de desear empezar una vida al lado de una persona que nos conozca menos y, por ello, nos tolere más; no se debería comenzar nunca una casa por el tejado, o lo que es lo mismo, antes de contratar una nueva obra, es preciso abonar la factura al constructor anterior. El problema es que a más de alguno y de alguna les gusta manejar dos obras a la vez y he ahí donde en mi opinión se enfanga todo.
Como ustedes de tontos no tienen un pelo, ya saben de sobra a qué me refiero por medio de la utilización de esta metáfora, lo que sin embargo desconocen es que en mi opinión cualquier tipo de amor que se descuida puede acabar en infidelidad, incluso el propio.
Cuando uno no cuida de sí mismo, se abandona y, al final, acaba no sabiendo ni hacia dónde va ni de dónde viene. Se convierte en una sombra de sí mismo, en un hazme reír de propios y extraños y en la fantasía delirante de alguno de los idiotas que suelen rodearlos.
Porque no hay peor traición que la traición a uno mismo, a sus principios, a su educación o a sus ideales. Ser quien en realidad uno no quiere ser, por ejemplo porque necesita ser así para ser aceptado o respetado, es la antesala de la muerte real.
La tierra prometida no existe y solamente habita en mentes infantiles influenciadas por los finales felices de Disney. Sin embargo, hay personas que son tan torpes que tienen que descubrirlo por sí mismas. De nada valen los consejos que se les den ni tampoco la experiencia nefasta de otros a ese respecto. Ellos, aburridos de sí mismos, solamente quieren probar algo nuevo.
Fantasmas que deambulan por nuestra sociedad. Muertos en vida que, tras la ilusión inicial del comienzo de la búsqueda de su otro yo, acabaron regresando al punto de partida impregnados-en muchos casos- de descrédito y de desilusión.
Por ello, señoras y señores, si ustedes están pensando en dejar a su pareja en la estacada, por favor, háganlo bien. No inicien nada si no han terminado antes lo que tenían que concluir. No ensucien más las cosas y recuerden siempre que nunca se construyó felicidad sobre podredumbre pero, sobre todo, no olviden quienes son ustedes.
Dejar de ser fieles a sí mismos es morir en vida. Es perder su esencia y el respeto propio. Es convertirse en aire y no ser nada para nada ni para nadie. Es perder peso específico. Es ser personas descafeinadas.
Les pido encarecidamente que no confundan la fidelidad a ultranza a uno mismo con llevar a cabo hasta la tumba las creencias de cuando fueron adolescentes. En la vida hay que estar en permanente cambio y es preciso estar dispuestos a introducir nuevas costumbres y retos.
El problema no es cambiar, sino hacerlo mal, permitiendo que esa metamorfosis nos transforme hasta no saber quiénes somos realmente cada cual.
*Begoña Peñamaría es diseñadora y escritora