Inter-generaciones

En estos últimos meses, donde mi vida trascurre en el mundo de los “marketeros digitales”, las mañanas se pasan volando, sin apenas tiempo para silencios o momentos sin pantallas.  Lo sé, os lo he comentado ya en múltiples ocasiones. Por eso disfruto los pequeños espacios que procuro “provocar” para que nos alejemos de la dinámica laboral, de las casuísticas de cada cliente o de las pre-ocupaciones.


Días como los de esta semana, que se visten de sol, sacamos nuestra mesa rodante, compartimos conversaciones, risas, alguna que otra anécdota o nos permitimos desplegar la imaginación y plantear retos aderezados de locura. Me gusta escucharlos, entender su manera de afrontar el trabajo, su forma de comunicarse, relacionarse, definir sus prioridades y motivaciones. Quiero creer que les gusta escucharnos a los más seniors, nuestras batallas con aires de “abuela cebolleta” y empaparse de nuestra experiencia.


Convivimos, tres generaciones, como si de una familia se tratase: Generación X (entre 58 y 42 años) marcada por los avances tecnológicos y por grandes cambios sociales, somos la generación en transición; Millennials o generación Y (entre 25 y 41 años), en nuestro caso, el grueso del equipo y Centennials o generación Z (de 18 a 24 años), que desconocen el mundo sin internet a pesar de que recuerdan que “en casa teníamos una Larousse”, como si de una reliquia se tratase.


Aprendemos juntos y el punto de unión son los valores compartidos, la confianza que se genera. Desde ahí es desde donde creamos y crecemos.  Superar los estereotipos es una manera sana de disfrutar las ventajas que supone esta diversidad. Las fortalezas de cada generación enriquecen al equipo. Si de algo estoy orgullosa -habla la “abuela cebolleta”- es de mantener un entorno colaborativo, no exento de foco en resultados, donde el diálogo es transparente y honesto. Eliminar la toxicidad es uno de los principios clave. Leía hace poco un artículo de Xavier Marcet, donde acuñaba el término “aluminosis organizacional” para hablar de esas dinámicas que van minando el clima laboral a base de miedo y control.


Disfruto también cuando acompaño a los más juniors en sus visitas comerciales. Su forma de pensar, sus aportaciones y su espíritu práctico, se suman al rodaje de las muchas reuniones en las que he participado y a los diferentes perfiles con los que he tenido que lidiar. En el fondo, un tándem perfecto.  Se trata de crear sin descanso, poniendo en duda cada certeza y sin dejar preguntas sin hacer.


Las mañanas pasan volando, si, para apurar los objetivos del día y hacer gala de ese equilibrio entre las responsabilidades profesionales y la esfera personal, algo que las nuevas generaciones, especialmente, han sabido interiorizar. Implica encontrar el disfrute en el trabajo y reconocer su papel como uno de los ejes de la vida, sin ser la existencia en sí misma. Promover un entorno que fomente los resultados a la vez que los espacios individuales, donde las obligaciones no abruman, sino que se integran armónicamente en el día a día.


En definitiva, tal y como expresó la escritora Louisa May Alcott, autora de Mujercitas: “se necesitan dos piedras para generar fuego.” Así que sigamos apostando por los encuentros intergeneracionales.

Inter-generaciones

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