Si el libro que está leyendo no le aburre, no lo recomienda

los escritores, esos seres extraños. Los escritores de verdad, los de culo carpeta, no los que se limitan a ser unos meros figurantes que pasan la hucha petitoria con sonrisa impostada. Bueno, también hay que ser bastante extraño para pasearse por el mundo fingiendo haber escrito libros que ha ideado un equipo, pero de eso hablaremos otro día.


Los escritores dependemos de los lectores para vivir. De los lectores, de los libreros, de los editores, de los representantes, de las editoriales, de los blogueros, de los críticos, de Babelia, de la suerte, de Amazon. Somos como un bebé, grandes dependientes. Siempre ha sido así, pero un fenómeno nuevo resurge como el Lado Oscuro en cada película de Star Wars: el libro postmoderno.


El libro postmoderno es un manifiesto. A poder ser woke. Concienciado. Denso. Intenso. Feminista. Argentino. Ese libro que está en las librerías postmo en zona destacada, mientras los thrillers y las románticas están escondidos en el altillo, como el niño de “Al final de la escalera”.


Ese libro que la librera te va a vender como necesario.  Si el libro que está leyendo no le aburre, no le gusta. Y tú saldrás de la librería con un ladrillo que dejarás abandonado en la mesilla de noche mientras te quitas las gafas de ver con un gesto de perplejidad. 

Si el libro que está leyendo no le aburre, no lo recomienda

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