ni Aznar ni Rajoy ni Fraga. El “padrino” de Alberto Núñez Feijóo es Romay Beccaría, otro gallego ilustre, sabio, sensato y curtido en mil batallas. Con él dio sus primeros pasos en Galicia y en Madrid en el Ministerio de Sanidad y luego en el Insalud y desde entonces le sigue escuchando. Romay habla bajo, pero conoce bien la política. Feijóo sabe quiénes son los suyos. Sabe hacer equipo, se ha curtido en la política local, en la nacional y en la autonómica y es un excelente gestor, como demostró en el Insalud, en Correos y en la Xunta. Lo de ahora es otra cosa y deberá ejercitar la paciencia, mirar con agudeza, escuchar con mucha atención y actuar con cautela y sin prisas. Es su hora y tiene que convencer a un electorado mucho más amplio que el actual del PP si quiere llegar a La Moncloa sin ataduras o, al menos, con las mínimas servidumbres. La política española necesita hombres como él.
Pero lo primero que tiene que ejercitar es la desconfianza. El presidente Sánchez no ha tardado nada en proponerle una cita. Todo lo que no ha hablado con Casado lo pretende hacer ahora con su sucesor. No lo haría si la situación política y económica no fuera desesperada y si no tratara de desmontar el carisma de hombre sereno, sensato y de Estado de Feijóo. Para empezar, mientras enviaba la “cordial” invitación, ha lanzado a sus escuderos Adriana Lastra y Felipe Sicilia a desmontar “el mito de Feijóo” y a señalar que el PP sigue siendo el partido de la corrupción. No parece la mejor manera de buscar acuerdos imprescindibles. Sánchez no se fía de Feijóo porque sabe que es mucho más enemigo que Casado y porque está convencido de que, más pronto que tarde, tendrá que soltar el lastre de Unidas Podemos y cambiar sustancialmente su política en todos los frentes para seguir contando con el respaldo de Europa. Y Feijóo le va ganar ese espacio. Todos los pronósticos económicos son malos y tienden a peores. Feijóo tiene que apoyar pactos de Estado, pero para eso se necesita la voluntad de dialogar, de acordar, de las dos partes y que no haya trileros sino transparencia y cartas boca arriba. Para empezar, un compromiso de austeridad, de ajustar el gasto público innecesario, porque esta crisis no la tienen que pagar solo los asalariados y los emprendedores. Feijóo debe estar ojo avizor porque Sánchez se la jugará cuando le interese.
Tampoco se puede fiar de Vox porque Vox no es fiable. Pero va a necesitar socios o apoyos para llegar al poder. Para evitar una dependencia de Vox, tiene que recuperar la confianza de todos los electores del PP que, molestos por la indolencia de Rajoy, la debilidad de Casado y cabreados por las decisiones sectarias de Sánchez y sus socios de Gobierno y parlamentarios, se han ido a donde más daño pueden hacer. Si Feijóo llega a pactos de Estado con Sánchez, y debería hacerlo, habrá muchas cosas que no pueda cambiar porque este país necesita estabilidad y seguridad jurídica, pero sí tiene que definir un programa y un proyecto y señalar todo lo que cambiará de lo que ha hecho mal este Gobierno y que lastra el crecimiento y el desarrollo político.Y, finalmente, tiene que recordar lo que dijo Pío Cabanillas: “Al suelo, que vienen los nuestros”. Que sepa de quién se puede fiar dentro de su propio partido. Que acabe con cualquier sospecha de corrupción. Que limpie la casa. Si quiere gobernar tiene que cambiar muchas cosas dentro. Empezando por Cataluña y el País Vasco. Es muy difícil que el PP gane con una cierta fortaleza unas elecciones si es la cuarta o quinta fuerza en esos territorios. Tiene mucha tarea por delante para no desperdiciar la confianza merecida con la que arranca su nueva andadura.