Me parece que cualquiera que, como yo mismo, haya asistido a la Asamblea que Sumar celebró este domingo, con una vibrante Yolanda Díaz tratando de resucitar el partido-movimiento, se habrá quedado convencido de lo inveraz, incluso de lo absurdo, de los rumores que señalaban que, en una hipotética remodelación de su Gobierno, Pedro Sánchez podría dar por liquidada la coalición con el partido magenta.
De eso nada: la señora Díaz se cuidó muy mucho de no molestar en lo más mínimo a su ‘socio’ y, hasta cierto punto, protector. Ni una alusión a Sánchez, ni la menor crítica a sus políticas –lo del rearme es cosa de Ursula von der Leyen, se dio a entender en la Asamblea; Díaz, igual que Sánchez, ni siquiera citó a Trump por su nombre a la hora de las críticas–; nada que pueda molestar al ‘jefe’, del que se dice, y algunos temen, que piensa en una pronta sustitución de ministros, aunque vaya usted a saber.
No seré yo quien presuma de estar en el secreto de los planes del inquilino de La Moncloa. Madrid, la ciudad de los cenáculos y mentideros por antonomasia, se puebla de rumores de cuando en cuando, y ahora tales rumores apuntan a una próxima remodelación de ministros, lo que parece lógico atendiendo al desgaste que está experimentando el Gobierno y también teniendo en cuenta que las nuevas circunstancias mundiales precisan de nuevo aliento, nuevas ideas, tácticas y estrategias novedosas para afrontar lo que viene y puede venir, que es algo que, en el ‘trumpismo’, nadie sabe.
O sea, que se precisan algunas caras y algunos cerebros nuevos: carece de sentido mantener ciertos perfiles en el Consejo de Ministros. Claro que puede que alguien diga que, si se precisa aire fresco, la renovación quizá debería llegar hasta la cumbre, afectando a la planificación de Sánchez hasta el final de la Legislatura, un final hasta el que ha prometido a sus fieles que llegará, allá por el verano de 2027.
Porque Sánchez, obvio, no se va a ir por su propio pie. Ni va a variar, hasta donde pueda, sus alianzas, comenzando por la de Sumar y siguiendo con Junts de Puigdemont, cuyo apoyo tan caro le/nos está saliendo. Sánchez no quiere pelearse con sus aliados, que le permiten seguir, habiendo perdido las elecciones de 2023, en el poder. Y, si se ve forzado a prescindir de alguien, sería de Podemos, que no va a ceder –así me lo dejó claro Pablo Iglesias en el curso de una entrevista que le hice– a los cantos de sirena que estos días ha recibido, cautos pero inequívocos, de Sumar.
Es más: no me extrañaría que empiecen a oírse en alto algunas voces que susurran, en el campo socialista, la conveniencia de ‘sumar a Sumar’. Integrarla, de alguna manera, en la aventura del PSOE, bien como independientes o directamente como militantes.
Tampoco sé si esta nueva voltereta sería muy viable aquí y ahora. Si algo quedó claro este domingo es que Sumar sigue siendo capaz de llenar el Teatro Alcázar –no era lo del polideportivo Magariños hace dos años, desde luego, pero–, y sus entusiastas partidarios siguen gritando ‘presidenta’ cuando llega Yolanda Díaz repartiendo besos y abrazos.
No creo que doña Yolanda tire del todo la toalla para integrarse, de alguna manera, en el PSOE en el que domina sin restricciones Pedro Sánchez. Ni creo que a Sánchez le beneficie desgajar de su operación política a los restos de Sumar, por mucho que la ruptura con Podemos le debilite. Dos no se pelean si uno no quiere y, en este caso, ninguno de los dos, me parece, quiere. Así que ya saben: más de lo mismo, hasta que la cosa no aguante, que será... ¿cuándo?