El PSOE y el PP podrían haber evitado con facilidad que Vox pudiera entrar en un Gobierno autonómico. Lo mismo vale para Podemos y, por supuesto, el PSOE podría no haber necesitado los votos de los nacionalismos vasco y catalán o de Bildu. Bastaba con que ahora mismo, hace un año o hace cincose hubieran puesto de acuerdo para hacer las reformas constitucionales y de la ley electoral que son necesarias para consolidar las instituciones y evitar el mercadeo de los que no buscan los intereses de todos los ciudadanos sino los suyos propios.
Bastaría ir a un sistema de segunda vuelta, como en Francia, para garantizar la gobernabilidad, o con el acuerdo de que gobernara la fuerza más votada, con una prima de escaños que impidiera el chantaje de los pequeños. De la misma manera, si hubieran alcanzado un acuerdo para hacer las reformas imprescindibles ahora no estaríamos en una pelea estéril ni tendríamos bloqueados los órganos constitucionales ni una Fiscalía bajo sospecha permanente ni una educación de ínfima calidad. Nunca lo intentó Rajoy y a Sánchez ni se le pasa por la cabeza. Y ahora, si el PSOE hubiera querido de verdad que Vox no entrara en el Gobierno podría haber ofrecido sus votos al PP para evitarlo. Nunca lo hizo. Nunca lo pensó.
No me gusta Vox y no es bueno que el PP tenga que pactar con ellos. Los que piden un “cordón sanitario” contra Vox y alertan del gravísimo peligro callan por el hecho de que el PSOE pacte con Podemos, ERC o Bildu para sacar adelante sus proyectos. Unos y otros tienen escaso respeto por nuestra Constitución y por las libertades y derechos, pero mientras Vox todavía no ha demostrado nada -aún no “ha tocado” poder-, Podemos ha mostrado su inquina con la Corona y si gobernara acabaría con la libertad de educación, la libertad de empresa y la de información y en política exterior los aliados de España no serían la UE sino otros países que han demostrado un nulo respeto por las libertades y la democracia. En cuanto a ERC, ya sabemos lo que harían con España si pudieran. Y, finalmente, Bildu no solo son los herederos de los asesinos de ETA y están consiguiendo beneficios para éstos y más dolor para sus víctimas, sino que su odio hacia España y lo español es manifiesto.
Si la derecha está dividida, no digamos lo que hay en Podemos o en el nacionalismo catalán. Y si hablamos de corrupción, aunque Feijóo está obligado a acabar con cualquier foco que quede en el PP, el PSOE o los nacionalistas catalanes no pueden dar lecciones a nadie.Si Vox es tóxico y no es compatible con la democracia, como sostienen sus enemigos, no andan lejos los del otro extremo en la falta de respeto a los valores democráticos. Si hablamos de erosión a la democracia, tanto montan unos como otros.
Pero incluso en esta situación, es necesario llegar a un consenso para hacer posible la convivencia y para evitar que los que resulten perjudicados sean los ciudadanos. Ni todos los que votan a Vox son enemigos de la democracia ni muchos de los que apoyan a Podemos, ERC, Junts, PNV o Bildu coinciden con la radicalidad de sus dirigentes. Vox tiene que demostrar ahora que respeta las reglas del juego democrático. Y hay que estar alerta. Otros han demostrado ya que no lo hacen y, pese a ello, están en gobiernos autonómicos o, incluso, en el de España. Decía Isaac Newton que “los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes”. En serio, ¿es imposible la convivencia entre nosotros? ¿Tendrán razón los que quieren acabar con todo? Aquí vale eso de que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No quedaría ninguno.