“Murió vivo”. Ese era el epitafio que deseaba para su tumba Antonio Gala, y esa breve frase simboliza la intensidad con la que vivió siempre este poeta, dramaturgo, novelista y ensayista, que poseía el don de la palabra y que hizo del amor uno de los temas esenciales de su obra.
“El amor siempre rompe, al llegar tanto como al irse. A sangre y fuego entra; a sangre y fuego sale”, escribía Gala –fallecido este domingo a los 92 años– en ‘Ahora hablaré de mí’, una obra autobiográfica que se sumó al inmenso éxito alcanzado por la gran mayoría de los libros de este escritor al que adoraban los lectores, mujeres en su mayoría, y cuya imagen quedará unida a sus inseparables bastones.
De esa gran popularidad da prueba el que los lectores le llegaran a escribir más de 150 cartas al día.
Durante años fue el escritor que más ejemplares vendió en la Feria del Libro de Madrid. Las colas de lectores para conseguir su firma eran interminables.
Nacido en Brazatortas (Ciudad Real) en octubre de 1930, Gala consideraba su patria “chica” a Córdoba, la ciudad en la que vivió de niño, en la que en 1997 creó la Fundación Antonio Gala, dedicada a jóvenes creadores, y en la que falleció ayer.
A los cinco años escribió su primer relato y dos años después su primera pieza teatral. A pesar de esa precocidad, se consideraba “escritor de destino, no de vocación” y, como contaba, no le dejaron otra opción que la de dedicarse a la literatura, por más que lo intentó “con toda clase de licenciaturas y doctorados”.
Su éxito como dramaturgo eclipsó su lado poético, pero fue en la poesía donde debutó Gala con ‘Enemigo íntimo’, por la que recibió un accésit del Adonais en 1959. Practicó, con éxito, la novela y el ensayo, pero le gustaba definirse como poeta. Su último poemario fue ‘El poema de Tobías desangelado’, de 2005. Él lo consideraba su testamento literario. Tres años más tarde publicó ‘Los papeles del agua’, su libro “más feminista”, como lo definió él mismo. Las mujeres, decía, “son los seres más humanos, más completos y generosos del planeta”.
Como novelista tuvo un gran éxito desde que en 1990 publicó ‘El manuscrito carmesí’ (Premio Planeta). Gala poseía el arte de la palabra, y demostró ese don en su obra y en sus intervenciones: sabía cómo deslumbrar a su auditorio. A veces le gustaba hablar de muerte, desamor, soledad, pero también de amor, esperanza y sensibilidad.
El amor fue una constante en su obra y hablaba de él de mil formas diferentes, certeras siempre. Este hombre que no solía ocultar su homosexualidad se confesaba “mejor amigo que amante” y aseguraba que las decepciones de la amistad le habían dolido “de una forma insoportable” porque él se entregaba a los amigos “del todo, sin corazas”.
A menudo se mostró activo en asuntos políticos y sociales. En los 80 presidió la plataforma cívica que propugnó el “No” en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN y apoyó la huelga general del 88; en 1993 presidió manifestaciones contra de la Ley de Seguridad Ciudadana, y se solidarizó con los indignados del movimiento 15-M.
Aspiraba a ser feliz, aunque “la felicidad dura menos que un quejío”, burló varias veces a la muerte, pero perdió la batalla del cáncer”. Luchó contra la enfermedad, pero sabía que era “un camino incómodo, que lleva o no a la muerte con o sin rapidez".