Eurovisión 2023 ha arrancado este martes con una primera semifinal de altura merced al anticipo del duelo entre los dos grandes favoritos, que han reafirmado sus opciones de triunfo: el finlandés Käärijä y la sueca Loreen, que vuelve por la puerta grande tras su victoria de 2012.
Junto a ellos han conseguido el pase a la final del próximo sábado los representantes de Portugal, Noruega, Croacia, Moldavia, Suiza, República Checa, Israel, Serbia, mientras que se han quedado fuera Malta, Letonia, Azerbaiyán, Países Bajos e Irlanda.
La emisión, que ha contado entre sus actuaciones fuera de concurso con la conocida cantante Rita Ora, ha comenzado al grito de “¡Eurovisión viene a Liverpool!” en la ciudad que vio nacer la música pop como cuna de los Beatles y que se ha estrenado como sede del festival ante la imposibilidad de su celebración en el país ganador de 2022, Ucrania, que ejerce de coanfitrión.
Eso se ha dejado ver en el cuarteto de presentadores, los británicos Alesha Dixon, Hannah Waddingham y Graham Norton y la ucraniana Julia Sanina, y también en las postales previas a las actuaciones, las cuales han combinado imágenes de ambos países y también del de origen de cada representante.
Quince han participado en la semifinal de este martes, empezando por la noruega Alexandra y su cántico vikingo “Queen of kings”, que se ha ido desinflando progresivamente en las casas de apuestas conforme avanzaban estos días los ensayos, pero que aún así ha conseguido el pase.
Le ha cogido el relevo la dinámica puesta en escena de la banda maltesa The Busker, que ha elevado el toque funky con saxofón de su “Dance (Own Our Party)”, al igual que le ha sucedido a la electrónica gótica “Samo mi se spava” del joven serbio Luke Black y a la sátira sobre la corrupción de los croatas Let3, un derroche de humor absurdo que les ha dejado en ropa interior sobre el escenario.
La llamada a la conciencia mundial de los letones “indies” Sudden Lights con “Aijaa” no ha resultado tan épica como pretendía, una fuerza de la que va sobrada la lusa Mimicat, con un “Ai Coraçao” que combina el cabaret con elementos folk como la guitarra portuguesa.
El folclor contemporaneizado ha tenido más representantes, véase el moldavo Pasha Parfeni con “Soarele çi Luna” y sus arreglos electrónicos o el canto coral y empoderador con toques de hip hop de las checas Vesna con “My sister’s crown”.
El influjo de U2 se ha percibido en las cuerdas y el mensaje de los irlandeses Wild Youth en “We Are One”, no tanto en el estribillo facilón ni en el inexplicable vestuario a lo Elvis dorado, porque para diva en esta edición está la israelí Noa Kirel con su “Unicorn” y un interludio coreográfico intrépido (y algo forzado) que parecía querer epatar por todos los medios como el de Chanel en 2022.
Hacia el final se ha comprobado que no es este un año de baladas, ni por presencia ni por floja pegada como la de “Watergun” del suizo Remo Forrer, sobre todo en comparación con la excepción que confirma la regla: la catártica “Tattoo” de Loreen, una Atlas con el peso del desgarro sentimental sobre su cabeza, también una hechicera de uñas kilométricas invocando relámpagos.
Tras ella han resultado completamente inofensivos los azeríes TuralTuranX con su cordial “Tell me more” y el dúo holandés Nicolai & Cooper con “Burning Daylight”, más aún ante la bomba final, Käärijä y ese “Cha Cha Cha” un poco Rammstein, loco y divertido, preñado de momentos icónicos en su propuesta visual y tan pegadizo que ha acabado con medio recinto entonando el estribillo a la par.
Este jueves otros 16 países lucharán por las 10 plazas clasificatorias en una segunda semifinal más descafeinada, pero en la que además podrá verse un anticipo de la actuación de la española Blanca Paloma con su “EaEa”, quinta actualmente en las apuestas.