El Colegio Oficial de Médicos de la Provincia de A Coruña registró durante 2.018 tres denuncias de facultativos en la ciudad por recibir agresiones en sus puestos de trabajo.
Según el colectivo, dos se produjeron en centros de salud y una en el Chuac, pero fuera del recinto hospitalario, “en la calle” aunque sí es cierto que fue derivada de una asistencia en el centro de As Xubias.
Las tres se suman a las trece situaciones violentas que tuvieron lugar en Galicia el año pasado, lo que supone un 23,07% de las totales gallegas.
Aún así, el riesgo que conlleva enfundarse pijama verde nada tiene que ver con el de los enfermeros, que se vieron expuestos en 2017 a 76 escenas violentas, una cifra muy elevada en comparación con el restos de ciudades de la comunidad.
Según el sindicato de enfermería Satse, la península concentró hace dos ejercicios más de la cuarta parte de las lesiones físicas y verbales que soportaron entre las siete urbes.
Si uno coloca en la balanza ambos números sale que las denuncias médicas son solo el 3,9% de las que presentaron los enfermeros.
Y es que el bienestar del paciente depende de ellos y, muchas veces, su malestar también recae en los que usan bata blanca, pero no se identifican.
Son los que se encargan de cuidarlos, de administrar los tratamientos que decide el doctor y de informarles, a ellos y a sus familiares. En definitiva, de ser un bastón donde apoyarse.
Perfil
En el caso de los médicos, la incidencia acumulada de agresiones en la provincia coruñesa es de 1,09, la segunda media más alta del país después de la ourensana, que está en 1,29. Los porcentajes gallegos sitúan a las mujeres más predispuestas a llegar a las manos que los hombres. El 100% de las agresiones físicas fueron por parte de usuarias.
El perfil, por tanto, responde a una fémina de entre 56 y 65 años con una cita médica programada, el 43% en Atención Primaria. Más de la mitad, un 53%, son denuncias por amenazas. Cuando se trata de insultos, los hombres son más propensos a recurrir a ellos, igual que en el caso de intimidar al personal médico.
Sin embargo, las mujeres utilizan el cuerpo. De ahí, se deriva que el 89% de los daños son psíquicos y en ninguna ocasión, hubo que lamentar destrozos en el mobiliario.
El 69% de las mismas ocurrieron en infraestructuras de la sanidad pública y el 54% de las causas se debieron a discrepancias con la atención dispensada. Un 15% fueron por el tiempo de espera y otro quince por diferencias personales con el que está sentado al otro lado de la mesa. De toda la tarta, un 8% de las registradas se originaron después de que el especialista no recetara lo propuesto por el afectado
Un 46% de los capítulos con violencia derivaron en baja laboral, pero no hubo reincidencias. Por último, el 15% de las víctimas no acudieron al colegio a presentar queja.