“A Torre”, de Antonio Sandoval, es un paseo, el del autor, de los muchos que hace serpenteando por el faro que le puso luz a su ciudad desde los romanos. Kalandraka saca como novedad un libro que se dirige a todos los públicos porque todos los públicos son perfectos para masticar historias de antes y de ahora relacionados con el emblema y su perímetro.
El escritor quiere así compartir la magia de un espacio donde paran a estirar las patas muchas aves migratorias, que se cruzan con las marinas, perennes en esta punta del mapa. Todas salpican el paisaje de picos y de alas. De libertad. Sandoval cuenta que quienes viven en la ciudad, son muy conscientes de este entorno: “A veces por motivos personales pasa el tiempo y no vas por allí, pero lo tenemos siempre presente”. De ahí que este volumen sea ante todo un homenaje literario a la Torre de Hércules, “muy especial para mí” porque el amante de los pájaros encuentra aquí su nidito de paz: “Me encanta observar la naturaleza y este es uno de mis destinos favoritos para escapar del barullo humano”.
Recuerda que en el atlas de biodiversidad que presentó hace un año la Concejalía de Medio Ambiente, el “espacio era donde había más especies catalogadas de flora y fauna”, algo muy llamativo y que el experto atribuye a que la península donde se asienta la Torre es “una isla natural entre la ciudad y el mar, un sitio de reposo para las migratorias, que se juntan con los cormoranes y los delfines, en un espectáculo en movimiento.
“A Torre” lo sobrevuelan alcatraces, cormoranes y más allá de las olas, en tierra, están los mirlos y las tarabillas. Entre tanto, Sandoval vuelca textos mitológicos. Dice que es la descripción de su paseo, en el que como en todos barrunta en la cabeza pensamientos e ideas.
Además, deja que entre la literatura. Hace referencias al pasado más remoto y la historia con mayúsculas se va sucediendo. El protagonista es el lugar. De eso no hay duda. Un lugar donde aparece Trezenzonio, que lo habitó en el medievo y vio Irlanda a lo lejos dibujado, y los milesios, hijos de Breogán que la conquistaron.
También San Amaro, que en esta parte atlántica tiene una playa y capilla, un santo que fue en busca del paraíso terrenal y en general, todo confluye, da paso a otro cuento porque cuando “paseamos, nos llevamos también nuestras historias, y estas completan nuestro propio paseo aunque luego no lo escriban”. Sandoval lo hace hoy para el resto de paseantes amigos de la Torre. l