Una misa los sábados. Dos cada domingo. No se pierde las fiestas del pueblo. Ni las bodas. "Si me encuentro bien", reconoce, también oficia los funerales entre semana. Don Dositeo es incombustible. A sus 100 años recién cumplidos sigue en activo. "Mientras no me llame el de arriba aquí estaré", asegura.
Llegó a Ribadumia con apenas 23 años. "Acababa de ser ordenado sacerdote. Llevaba dos meses", rememora este veterano. Era 1944. "Y eran tiempos muy difíciles", recuerda de una época en la que "no teníamos nada" y en el pueblo "había hambre y mucha necesidad".
"Hice lo que pude por el pueblo. Pude hacer aún mucho más seguramente, pero me contento con saber que ayudé y acompañé siempre a la gente de aquí", explica el clérigo, que lleva 77 años al frente de dos parroquias, Santa Baia de Ribadumia y San Juan de Leiro.
Él nunca fue un cura al uso. Fue mucho más. Quizá porque, como él mismo destaca, llegó al pueblo "con esa ansia de juventud que enseguida nos parece que vamos a descubrir el mundo". Más allá de sus labores eclesiásticas fue todo un benefactor para la zona.
Creó una caja de ahorros para los agricultores, impulsó una escuela de baile y fue uno de los fundadores del equipo de fútbol de Ribadumia. El campo en el que juega ocupa terrenos cedidos por la parroquia. Como el auditorio, el centro de salud o el tanatorio.
Fue además uno de los primeros curas que decidió oficiar sus misas en gallego y nunca quiso abandonar el lugar. Ascender en el escalafón eclesiástico "no era para mí", defiende.
"Estoy orgulloso de lo que hice. Me ayudaron mucho y moví a la gente para hacer cosas", señala Don Dositeo que, debido a este compromiso, es un hombre venerado en Ribadumia. Es difícil encontrar a alguien que no hable de él con auténtica devoción.
En el pueblo, según el sacerdote, "somos una gran familia" y sus habitantes le "estiman mucho". Por su parte, él sigue entregado "a ayudarles y a estar a su lado". Como ha hecho desde el primer día. "Me parece imposible creer que haya llegado a los 100 años", añade.
A pesar de su edad, Don Dositeo disfruta de una salud envidiable que solo se resintió hace unos años cuando una caída doméstica limitó su movilidad. "Tengo una vida muy activa", presume. Eso sí, "no madrugo" asegura sonriente. La televisión y los periódicos "me ayudan a estar al día de todo" y después de comer descansa "un poco".
"Leo mucho, escribo y estudio pero no para examen", resume el clérigo sobre sus quehaceres diarios, entre los que también saca tiempo para coordinar la hoja parroquial, atender a las oraciones, recibir visitas "y mucho teléfono", especialmente en esta época de pandemia.
Cuando se le pregunta por la covid-19 él lo tiene claro. "Nunca pensé que viviríamos esto de las mascarillas. Yo estaba acostumbrado a las gripes y a los catarros, pero no creí que pudiésemos llegar a esta situación", destaca el cura de Ribadumia, que relata cómo incluso celebró misas en la casa rectoral cuando no se podía "salir ni con mascarilla".
Pero esta situación no ha hecho que Don Dositeo haya perdido ni un ápice de la ilusión por mantener viva su vocación. "Tengo ganas de seguir dando misa", asegura.
Hasta la iglesia se desplaza en una silla de ruedas y oficia sentado la eucaristía. Pero aún lee y predica con asombrosa lucidez. "Y me ayudan mucho", reconoce, por el grupo de seglares que él coordina.
Hace dos años, coincidiendo con sus 75 años como sacerdote, recibió una felicitación expresa del Vaticano. "Creo que no hay nadie en Galicia que llegue a los 100 años y que esté en activo. Retirado, sí. Pero en activo no", señala el clérigo pontevedrés.
Esa "comprensión", como él mismo la define, de las autoridades eclesiásticas hace que Dositeo Valiñas, que nació en 1921 en el municipio pontevedrés de Cerdedo-Cotobade, ni se plantee jubilarse. "El arzobispo aún me dijo hace unos días que no obligarán a renunciar. Depende de mí. Y yo tengo claro que mientras pueda, aquí estaré", reitera.
¿Hasta cuándo?, es la consulta obligada. "Preguntadme de nuevo cuando tenga 105", concluye.