El afán de saber, común y exclusivo de los seres humanos, se dirige, en sus comienzos, al estudio de la naturaleza o del mundo exterior, es decir, al entorno natural que les rodeaba o “macrocosmos”, como lo entendieron los filósofos presocráticos que, preocupados por el análisis y estudio del origen de todas las cosas, pusieron el punto de mira de sus análisis y pensamientos en los famosos cuatro elementos o raíces como principio de todas las cosas, a saber, “el fuego”, “el agua”, “el aire” y “la tierra”, según Empédocles.
Fue a partir de Sócrates, cuando la reflexión de los filósofos y pensadores clásicos se centró en el estudio del “microcosmos” o personalidad humana, que se refleja en época muy posterior, es decir, en el siglo XX con el título “La incógnita del hombre”, obra del Premio Nobel de Medicina en 1912, del sabio y científico Alexis Carrel.
Se trataba de un giro completo, es decir, de profundizar sobre el conocimiento de uno mismo y ese conocimiento de la propia persona equivale a un reconocimiento. De ahí su importancia, pues supuso que el sujeto cognoscente y el objeto conocido se fundiesen en la interioridad de la naturaleza y condición humana. En eso radica su dificultad, ya que convierte al ser humano en juez de sí mismo, lo que disminuye la objetivad del juicio, pues nadie es buen juez en causa propia.
Precisamente, en el Templo de Delfos dedicado al dios Apolo, se hallaba la inscripción “conócete a ti mismo”, que sirvió a Sócrates para sus enseñanzas y que significaba incitar al hombre a reconocer los límites de su propia capacidad y naturaleza y a no “aspirar” a lo que era propio de los dioses”.
La afirmación socrática del reconocimiento de la ignorancia del hombre choca con la afirmación sofística de Protágoras de que el hombre es la medida de todas las cosas.
El hombre dejó de mirar hacia fuera y se interesó y preocupó de mirar hacia dentro, es decir, mirarse a sí mismo, lo que dio lugar a la filosofía ética o moral y a la sicología, frente a la cosmología o estudio de la naturaleza y del universo.
En la historia de la filosofía griega se suele distinguir una primera parte cosmológica, la de los presocráticos y otra antropológica, la de los sofistas y, sobre todo, Sócrates. La quiebra de la cosmología tradicional y el enfoque en el hombre y su puesto en la sociedad sería el límite para describir ambas fases en la historia del pensamiento.