Dispensario para enfermos de tuberculosis, gimnasio de boxeo, sede de la comisión de fiestas, recinto de la Oficina de Turismo de A Coruña. A la Casa de Sol se le puede aplicar el dicho de "si las paredes hablasen...".
El edificio, situado en la calle Sol, frente al Paseo Marítimo y el Orzán, cumple este 2 de diciembre 118 años, en los que pasó de ser el lugar creado con urgencia para intentar contener la tuberculosis que asolaba la ciudad a principios del siglo XX a mostrar la historia de la ciudad a los forasteros como oficina turística.
Pedro Mariño y Ortega -el mismo que creó el Palacio Municipal de María Pita- fue el arquitecto encargado de levantar este edificio, que se terminó en 1906. Como explican desde el perfil en X de las Bibliotecas de A Coruña fue el 2 de diciembre de 1906 cuando abría sus puertas el "Dispensario Antituberculoso". Se creaba así un espacio muy necesario ante el avance de la enfermedad en la ciudad, en la que el lazareto de Oza, el otro lugar ocupado de la tuberculosis, además de otras dolencias infecciosas, apenas daba abasto.
Según Daniel Lucas Teijeiro Mosquera, del grupo de investigación de Historia del Arte, de la Arquitectura y del Urbanismo de la Universidad de Santiago de Compostela, la idea de crear un dispensario antituberculoso en A Coruña partió del Patronato Local de Colonias, una institución que presidía la escritora Emilia Pardo Bazán. Su construcción, explica, se demoró hasta 1905, cuando el Ayuntamiento cedió los terrenos en la calle Sol. Mientras tanto, el Colegio Médico Provincial había hecho acopio de las donaciones solidarias de la población, y de cargos políticos, de cara a financiar la obra.
El investigador cuenta en su artículo "El dispensario antituberculoso de A Coruña: Una arquitectura asistencial de Pedro Mariño" que este espacio se creó con la idea de difundir desde él medidas profilácticas y contribuir mediante "beneficencia asistencial" a la población afectada, mientras que al sanatorio de Oza se le encargaba el "arte de los tratamientos". De esta manera la Casa de Sol funcionaba de manera gratuita, tanto para ricos como para pobres, con una gestión económica mantenida gracias a donativos y limosnas.
Pedro Mariño ideó en la calle Sol un edificio de planta baja con nueve salas: un vestíbulo en el que había consejos profilácticos pintados en las paredes; una sala de consultas; una sala de espera, donde también se podían hacer donaciones; un despacho de juntas; un laboratorio para hacer los cultivos de estudio; una cámara oscura para observar a los pacientes infectados con una máquina desinfectante; un cuarto de reconocimiento y curas; una consejería para gestionar las visitas de sospechosos de estar enfermos; un almacén; y una zona de retretes y lavabos.
El interior era de azulejos y tenía las esquinas redondeadas para permitir una mejor limpieza y desinfección. Además, había un lucernario con el que se ventilaba y se iluminaba a zona de espera.
Por fuera la Casa del Sol es sencilla, de fachadas simétricas y con decoración en las cornisas.
Como curiosidad, destacan desde las bibliotecas municipales coruñesas, en su fachada hay una calavera de Xerión. Después de que la tuberculosis dejase de suponer un problema sanitario tan importante en A Coruña, la Casa de Sol se dedicó a otras facetas como gimnasio de boxeo o sede de la comisión de fiestas. Fue un lugar muy frecuentado por personas de ideas anarquistas o círculos libertarios, que aparecen también retratadas en obras narrativas como "Os libros arden mal" de Manuel Rivas, donde Arturo da Silva, boxeador campeón de los pesos ligeros en Galicia se entrena en la Casa de Sol para sus combates.