Acoso y derribo a los mercados

A punto de cumplirse tres años de intrusismo de la Marea en María Pita ya deben ser pocos los firmantes del manifiesto fundacional, la conjura de los 99, que aún no han recibido su parte del trofeo. Y si alguno quedase, y a la vista de los acontecimientos, estará en estos momentos aporreando la puerta del alcalde para reclamar su porción de pastel.
Que si unos contratillos menores por aquí, que si un paso de ranas por allá, que si una cárcel para rehabilitar, que si una vista gorda con los amigos okupas, que si un guiño al colega que detesta la ciencia y sus vacunas, que si te compro un par de pisitos y tan amigos… Suma y sigue. Ahora la sombra de la casualidad se cierne también sobre el mercado de Santa Lucía.
La historia tiene tela. Con tal de no admitir que el mejor proyecto era el que ya estaba en marcha, convertir el mercado en un centro de salud, se inventaron un dispensario vertical de varias plantas inaccesibles, se llevaron el proyecto al Paseo de los Puentes, como se lo podían haber llevado al Quinto Pino, y pretendieron por último encajarlo con calzador en las estrecheces de la calle de la Falperra.
Mintieron antes, mienten durante y mentirán al final de todos y cada uno de los procesos. Una vez que la Consellería de Sanidade ha dicho que no mueve un dedo mientras no haya una propuesta que mejore la actual, ahora que ya han acabado con las esperanzas de los vecinos, se sacan de la manga el derribo que siempre negaron. Y se empecinan en no escuchar lo que los propios arquitectos del barrio les quieren proponer. Aún están a tiempo de rectificar. Aún están a tiempo de escuchar a los vecinos y comerciantes. Aún no es tarde.
Es el desprecio a la gente. A los coruñeses. A los de la Falperra y a los demás. A los de Monte Alto. A los de Adormideras. A los de San Agustín. Xulio Ferreiro y sus fontaneros especializados se comprometieron a apoyar los mercados municipales. Algunos los creyeron. Ahora, donde sembraron esperanza cosechan decepción. No sólo se han olvidado de los placeros. Incluso se han convertido en la china en su zapato. Esperaban ayuda y han recibido acoso. Y derribo.
Al final los mareantes se han liado. Es lo que tiene vivir en un carrusel de mentiras: que acabas metiendo la pata y exhibiendo el plumero. Ya no saben si hablan de un proyecto municipal o de un capricho de la Marea. Confunden gobierno y partido. Aceptan derribo como animal de compañía y juegan a que se les ha olvidado que negaron tal opción hace unas semanas. Consiguen una vez más poner de acuerdo a toda la oposición, incluido –“quo vadis?” – al Partido Socialista.
Claro que a la Marea le espera un año muy duro. Le espera un año en el que va a tener que dar muchas explicaciones. Los coruñeses aguardan.
 

Acoso y derribo a los mercados

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