Pedro Sánchez ha ganado las primarias del PSOE, pero sigue teniendo 84 diputados y parece que sigue sin enterarse. Con ellos quiere llegar a la Moncloa en una tercera intentona tras las fallidas anteriores. Una supuso la primera investidura abortada en el Congreso de un aspirante y la segunda la abortó su propio partido. Ahora, recuperada la secretaria general y con poderes caudillistas, vuelve la burra al trigo o la cabra al monte que cualquiera de los dos adagios camperos vale.
Porque está bien que sea aclamado con fervor por sus militantes y se suba a la peana o una silla en un mitin de elevación a los altares. Pero sigue teniendo 84 escaños y sigue siendo el perdedor de las elecciones y para auparse al sillón de presidente parece que no da con ellos. Porque de lo que tampoco parece haberse enterado es para lograr esa ansia que parece lo corroe lo mas indicado es ganar en las urnas. O sea, que no ha aprendido nada y que sigue siendo el Pedro de “no es no”. Sino es él, claro.
El mantra lo conocemos del millón de veces repetido: “Hay que echar a Rajoy”. Pero: ¿eso no está en manos de los electores? ¿No deben ser los votos quienes lo hagan? ¿Va en serio la apuesta o se queda y resulta ser, que bien pudiera, en un spot publicitario para echar la culpa a los demás de que se quede?
Porque mas allá de la consigna para consumo la parroquia y masas, ¿con cuántos diputados se echa a Rajoy? ¿Sumando a los de Ciudadanos los de Podemos como se pretendió de primeras dadas? Si en enero de 2016 resultó un fiasco, ahora, con los guiños plurinacionales, más bien supone un imposible metafísico. De hecho, unos le han dicho que no y los otros que tampoco. La otra suma, la que pretendió colar en otoño, es la de la de sumar con Podemos&Cia, pero eso resulta que se queda en 155 votos y que para llegar al objetivo falatn otros 20 escaños. ¿Y esos de dónde salen? Haría falta añadir al potaje a nacionalistas, separatistas ya en modo golpe de Estado y a los filoetarras de Bildu? ¿Quién se come esa olla podrida? ¿Puede llegar hasta ahí la deriva alucinada del PSOE? ¿Votarían eso todos sus diputados? ¿O es que por el caudillo Pedro hay que romperlo todo, el partido que bien podría ahí saltar hecho añicos y, ya puestos, hacer cachos a España?
Llegar a tal extremo ni siquiera es pensable en Sánchez, y si para maliciarse que esto será solo un postureo, la vuelta a las pasarelas con que nos obsequiaron y sufrimos durante meses, pero a unos primeros días de contención y ya entronizado, lo que asomó es de nuevo ese Pedro que permanece en su coriácea terquedad y su ambición obsesiva y que reaparece no como el héroe de su febril militancia sino como un problema y un peligro para España.
PD. Los socialistas han santificado solemnemente en su congreso la “plurinacionalidad” de España. Admiten que, eso sí, el Estado es uno y la soberanía única y conjunta de todos los españoles, pero proclaman que es una nación de naciones. Pero pueden decirnos, al menos y como asunto previo, ¿cuáles son esas naciones? Porque resulta que eso lo callan y cualquiera en su sano juicio es lo primero que habría que exponerse como paso previo y determinante. Porque ya una vez llegamos así, en el siglo XIX, al cantón de Cartagena.