La ministra Narbona, puntal de las catástrofes zapateriles, hizo añicos el valor de que el agua era un patrimonio común de los españoles, se cargó el Plan Hidrológico Nacional, satanizó el trasvase del Ebro y santificó la ruina inútil de las desaladoras. En sus años de poder en el Ministerio de Medio Ambiente se rodeó de una corte de ultraecologistas, hoy todos altos mandos podemitas, a la que anegó en subvenciones y en el caso de su favorito, el inefable Joaquín Araujo, le propició un programa en TVE, donde se pulieron más de un millón de euros, de los que el susodicho se embolsó una muy buena parte, para no llegar ni al 2% de audiencia.
Fue también la autora de la ley 42/2007 causante de la aberración prohibitiva de la pesca del cangrejo rojo, de la carpa, de la trucha arcoiris y de la angustia de miles de familias y de pueblos enteros y ha levantado la protesta de todo el colectivo de cazadores y pescadores y en general del mundo rural una vez más atacado y ofendido.
Fue el origen de las protestas crecientes empeoradas por su trato agresivo y despectivo contra todo lo que significara medio agrario, culminadas en una enorme manifestación de todos esos colectivos, atacados en su intereses e insultados en su dignidad. Tras las elecciones de 2008, fue destituida y sustituida por Elena Espinosa que devolvió algo el sosiego.
Ahora, apuntada al sanchismo, ha regresado como presidenta del PSOE y desde ese cargo está dispuesta a cobrarse todas y cada una de las venganzas. Ya da muestras de nuevo de su sectarismo hacia la sociedad pero, también, ya lo están sufriendo sus propios compañeros de partido que no comulgan con sus propuestas extremistas y del más rancio talibanismo ecologista.
Ha creado una enorme polvareda su obcecación para que el PSOE abjurara de toda su posición y coherencia oponiéndose al acuerdo de libre comercio de la UE con Canadá y hacer cambiar de voto y de paso dejar en ridículo a los parlamentarios socialistas tanto en Europa como en España. Narbona exigía el “no”, como Le Pen y Podemos, y sigue haciéndolo aunque hubiera de venir el comisario socialista europeo y Sánchez se plegara al menos a una vergonzante abstención.
Esta cuestión ha sido gran noticia y mayor polémica pero no ha sido la única, ni será la última donde ella aparezca como determinante en el volantazo. Unos días antes ya fue la artífice de otro cambio de postura. Hace más de un año, se venía trabajando para recuperar la sensatez en el asunto de los aloctonos y la pesca fluvial. Había consenso en modificar el disparate con un cambio de ley. Pero un día antes de la votación Narbona lo impidió, porque fue ella quien se empleó a fondo para traicionar los compromisos. Los socialistas votaron contra lo que ellos mismos proponían días antes y unido su voto a la cobarde abstención de Ciudadanos, que también había dado de inicio su apoyo, la proposición fue rechazada para desesperación y rabia de miles de afectados.
Esto no ha levantado tanta polvareda mediática, las cosas del campo no salen ni en las tertulias ni en los telediarios, pero la levantará, pues la que se está preparando en comunidades afectadas, en municipios y el enorme colectivo va a ser de alivio. Narbona ha vuelto para jolgorio de los extremistas.