Hubo un concurso muy popular, promocionado por Radio Nacional de España en La Coruña, “La unión hace la fuerza”, que por cierto ganó un equipo herculino con la colaboración inestimable de un erudito ferrolano que cazaba toda clase de preguntas sin que se le resistiese ninguna. Concurso ligado a deportistas de primera línea con dotes de actor y en ciencias del saber.
A la sazón, una vez más en esta triste historia española de separatismos, cantonalismos a lo ¡Viva Cartagena!, y reinos de taifas nuestros ridículos disparates a manadas en todas direcciones. Ahí está el acomplejado ejemplo de nuestras nacionalidades históricas encabezada en la Cataluña de Puigdemont y sus secuaces de Clara Ponsete, Ana Gabriel, Marta Rovira, Antoni Comín, Lluis Puig y Merivell Serrat. Una extraordinaria reunión zarzuelera para determinar si el rey está rabioso o no lo está. La Fiscalía alemana considera “adecuado y justo” entregar a la Justicia española a esta retahíla de delincuentes por haber incurrido en las tipificaciones de rebelión y malversación.
Desde la aparición del hombre no nos hemos llevado demasiado bien. Valga el ejemplo de Caín deshaciéndose del buenazo de Abel al que desterró al Este del Edén poniéndole una señal en la frente para que nadie afrentase contra él. Es el sabor de la tierra de la región de Nod. Si alguien matara a Caín, será siete veces vengado.
Así ha sido a lo largo de los siglos. Todos contra todos. Familias contra familias. Y generaciones contra generacioneso. Valga el ejemplo de una vasija babilónica grabado 2.000 años A. de C. “Esta juventud está malograda hasta el fondo de su corazón. Los jóvenes son malechores y ociosos. Jamás serán como la jueventud de antes. La juventud de hoy no serán capaces de nuestra cultura”. ¿Qué opinaríamos de las batallas de sábado noche y su bandalismo juvenil que acaba con el mobiliario urbano y rompe el atrezzo teatral de nuestras ciudades?