Pedro Sánchez liderará un partido que llevará las siglas del PSOE, pero que en poco va a parecerse a lo que hemos conocido como tal. Él mismo lo ha anunciado. Ni en principios y doctrina, ni en fórmula, modo y método; en este partido va a haber escaso rastro de lo que ha sido a lo largo de la historia. Como mucho guardará el retrato del fundador, Pablo Iglesias, y debería el de Largo Caballero, con quien quizás sin saberlo coinciden en mucho, porque al resto y a todos los secretarios generales los consideran, y lo gritan, unos “fachas”.
Pero no solo es una ruptura con la historia lo que supone la victoria plebiscitaría de Pedro, contundente y demostrativa de lo que ha calado su discurso victimista, simple y populista en esa militancia enfebrecida, pero cada vez mas escuálida en número, sino que supone también un terremoto que abre una las direcciones territoriales y los poderes regionales y locales.
La primera afectada es la gran derrotada. Una Susana Díaz y una organización, la andaluza, con una herida tan sangrante que puede llegar a amenazar una hegemonía mantenida durante más de 30 años. Tras ella, todos. El caso paradigmático el de García Page, que llegó a proclamar que no sería candidato en caso de imponerse Sánchez y a su lado, el aragonés Lambán, el extremeño Vara, el ya expresidente de las gestora, Fernández y el patético Puig, cuya irrelevancia alcanza dimensiones grotescas. Todos han perdido y saben que los sanchistas los van a laminar.
Queda la sumisión total y habrá alguno, ya lo hay, que elija ese camino. Pero al resto les espera la resistencia en los congresos regionales y provinciales, donde la batalla va a ser aún más descarnada o la dimisión inmediata como ha hecho el portavoz Parlamentario, Antonio Hernando. Era uno de los “traidores” y junto con Luena, destrozado en La Rioja de los más señalados por los vencedores. Los diputados nacionales opuestos a él en su mayoría habrán de elegir entre el acatamiento total o el ostracismo
Sánchez ha derrotado al PSOE, al partido tal y como se había entendido siempre. Veremos qué hace con los restos. Visto lo visto poco optimismo cabe. Ni para los socialistas; pues el triunfador que vence a sus más relevantes compañeros es el que ha perdido y de manera cada vez más grave una elección tras otra. Su deriva e inconsistencia política le llevará al abrazo con Iglesias y a ese “codo con codo” que expresó ante Évole, aunque a lo que parece el oso es el otro y su falta de firmeza favorecerá al separatismo que ve en él el tonto más útil y necesario.
El PSOE no solo no se ha librado de Sánchez, sino que ahora regresa más cargado de rencor, más radicalizado y con las manos libres. Si alguien debe de temer lo peor deberían ser ellos mismos. Porque el voto de los militantes se compadece luego poco con el de los ciudadanos y Pedro Sánchez bien pudiera solo ser capaz de derrotar a sus compañeros y ser el preferido de sus rivales. Desde luego el de Podemos. Pero también el mejor argumento del PP y Ciudadanos. A Rajoy le pone en bandeja una impresa ya en la sociedad española, el tándem Pedro-Pablo puede llevarnos al abismo y a Rivera una oportunidad dorada, los votantes moderados del PSOE se quedaron huérfanos el domingo.