Aunque la jornada de reflexión fue ayer y lo que hoy celebramos es la verdadera fiesta de la democracia, en la que los coruñeses y los gallegos decidimos libremente qué queremos para los próximos cuatro años, no me puedo resistir a aprovechar esta oportunidad para tener un recuerdo para un grupo de coruñeses que hoy, igual que ayer, lo están pasando verdaderamente mal.
La directiva de la Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos –nuestro entrañable Circo de Artesanos– ha tenido que hacer de tripas corazón y llegarse a María Pita a pedir lo que es suyo: los 95.000 euros que les corresponden por convenio y que el Ayuntamiento aún no ha hecho efectivos, a tres meses exactos de que expire el año.
En lugar de ser atendidos como corresponde al respeto que las canas de la entidad y de sus dirigentes se merecen, se han vuelto con una especie de “colleja” muy carente de estilo. Eso del “que pidan un anticipo” suena al despotismo de un mal jefe que desprecia a uno de sus empleados en apuros. No es de recibo.
No olvidemos que el Circo de Artesanos no pide nada que no le corresponda. Cierto es que fue el gobierno de Carlos Negreira el que acudió al rescate de la sociedad, impulsando su actividad mediante su asimilación como centro cívico de barrio. No menos cierto es que la deuda que el Ayuntamiento arrastra actualmente con la entidad centenaria no es fruto de la caridad; es producto de los servicios que Artesanos presta a la ciudad, y que fueron justamente reconocidos gracias a las enmiendas al presupuesto introducidas por el Partido Popular. Quizá ese sea al problema.
Tampoco se debe pasar por alto la generosidad de una directiva dispuesta a poner todo su patrimonio y su actividad al servicio de todos los coruñeses. Nadie ha reclamado un céntimo de más por los campamentos de verano que este año ha acogido el edificio de San Andrés.
Es todo una cuestión de estilo. Una dolorosa falta de elegancia, ya crónica en los procederes de las Mareas y lo que les cuelga. En ese afán por ser intrusos en tierra propia, en conquistar al asalto lo que les es dado por derecho, olvidan aquella vieja máxima marinera de las mujeres, los niños y los ancianos primero.
Volvemos al punto de partida. No es día para arrojar proyectiles ni para enturbiar el panorama. Es día de fiesta. Para todos. Pero ese todos también incluye a las familias de los trabajadores del Circo de Artesanos, que llevan seis meses sin ingresos por la torpeza –seamos hoy contenidos con los calificativos– de quienes proclaman a los cuatro vientos que suya es la espada de la justicia social y no aciertan con una pizca de sensibilidad para con sus vecinos.
* Rosa Gallego es portavoz municipal del PP