Tanto entre nuestros primos primates más cercanos, chimpancés y gorilas, como entre los predadores más y mejor estructurados socialmente y con los que establecimos vínculos de alianza paleolítica, los lobos, origen de todos los perros actuales, la lucha por la jerarquía en la manada se salda de tres maneras: la muerte en el combate, que acaece raras veces, pues las dos especies han desarrollado inhibidores para que no se produzca el fatal desenlace y las dos más comunes y practicadas, el exilio fuera del clan y el territorio o la sumisión completa al macho alfa, aceptando ser relegado en el escalafón hasta caer a los últimos escalones, por detrás de los subordinados del jefe que no le desafiaron y estando obligado a gestos y actitudes de humillación ante el macho dominante que se reiteran de manera constante para recordarle su derrota y quien es quien manda.
Lo de que Pablo Iglesias se considera un macho alfa de su “lobada” no lo digo yo, sino que es él mismo quien lo proclamó. Que Íñigo Errejón ha perdido la pelea por derrocarlo, las argucias y fintas terminaron por dar paso a la lucha de poder descarnada, y que, por ahora, ha optado por la sumisión, ofrecer el cuello al colmillo de su vencedor y meter el rabo entre las piernas, la más reconocida expresión de la humillación entre los cánidos, es una evidencia. Ha aceptado ser relegado en la fila, en la bancada y en la comida y que el triunfador no solo se lo recuerde a cada paso sino que él deba mostrar la más humilde aceptación de cuanto escarnio se le antoje someterle. Tanto el derribarlo de un zarpazo de su puesto de segundo y portavoz como hacerle aceptar el intangible y futurible condicional de ser candidato a dos años vista a la comunidad de Madrid son muestras de ese conocido comportamiento muy bien estudiado de los machos alfa. Lo primero es el asentamiento y disciplina del orden jerárquico, lo segundo es mofa, befa y escarnio, con recochineo, al que ha de plegarse el vencido si quiere seguir formando parte de la tribu.
A ello, no le ha quedado otra, ha debido allanarse, Errejón. A una y a otra cosa, porque lo de Madrid no deja de ser, dos años en política son dos eternidades completas, un último y retorcido gesto de sometimiento. Pero, ¡ojo!, esa eternidad vale para todo y también le puede servir a Íñigo. En las manadas no es infrecuente que el vencido se lama las heridas y aparentemente se acoquine, pero vaya, con su resentimiento como rescoldo, urdiendo alianzas y acechando el momento oportuno de intentar la revancha o, si no lo ve factible, aguardando mejores tiempos para partir, y lo mejor acompañado posible, hacia nuevos cazaderos.
Esas son las ancestrales pautas de comportamiento de los machos alfa. Pero se nos ha olvidado que en las manadas lupinas son también importantes las hembras alfa. Y elemento trascendental en su organigrama. Solo la hembra alfa puede aparearse con el macho alfa y criar camadas. Al resto que ni se les ocurra y, aún menos, a las hembras intentarlo. Cuenta esto, sobre todo, para las que en algún momento gozaron de ese rango entre las lobas. Y aquí lo dejo porque ya estoy oyendo resonar las campanas a rebato por comportamiento machista. Que ahora es machista todo ser vivo que ose decir que Pablo Iglesias e Irene Montero son pareja, novios, compañeros sentimentales o como quiera llamársele. Está prohibido por la Santa Inquisición Progre y Morada. Pero, vamos, que es su loba. La loba alfa del macho alfa en pura descripción del comportamiento natural de la especie.