Que Sánchez se iba a presentar a las primarias y más después de la “traición” de López era de cajón excepto para algunos analistas que de tanto que les cuentan acaban por no ver lo que tienen ante sus ojos. Evidencia se llama, obviedad también pero en estos tiempos están ambas muy en desuso, porque prevalece la humareda y los argumentos retorcidos. Sánchez se iba a presentar ante todo y sobre todo porque es Sánchez, por terquedad, por sectarismo, por venganza, por iluminación e incluso porque no le queda otra y no tiene nada que perder. Y más después de la que le han hecho sus “pretorianos”, Luena, Hernando, Armengol y López.
Si algo era y es notorio en Sánchez es su agresividad. El personaje lleva la ira en la mandíbula y la tozudez en la coronilla. Lo ha demostrado siempre y en cualquier lugar sobre todo en cuanto tuvo poder, antes de tertuliano y de meritorio en el partido lo disimulaba más, con extraños: enemigos y propios: peores enemigos aún. Ahora va a ser aún peor.
Sánchez está decidido a morir matando. Pero matando a su partido, que es al que puede dañar y hasta finiquitar. Lo escribí después de aquel traumático Comité Federal. “España se ha librado de Sánchez, pero ¿logrará el PSOE hacer lo mismo?” y ya que estamos de citarnos justo tras el anuncio de Patxi señalé que Pedro estaba en clave “yihad” y esa guerra santa va, antes que a por nadie, a por los “fieles desviados”. En eso está Pedro y en ese concluirá, da igual si tiene que “morir”, pero lo hará “matando”. No tengan duda alguna. Y menos que nadie los de Patxi y los de Susana después.
Sánchez está libre de ataduras y se muestra tal como es o, mejor dicho, como se ha ido haciendo en su delirio y sectarismo donde el rival, el PP, es solo una fetidez a exterminar. Sánchez es el que emergió en “Salvados”, el que ya no esconde que lo que quiere es abrazarse a Podemos y llegar a Moncloa con quién sea y sin hacer ascos a que sea del brazo de Puigdemont y Rufián. En eso se condensa su doctrina con su “No es no” grabado como consigna.
El asunto, peliagudo para el PSOE, es que la andadura de Sánchez, y antes de Zapatero, dejó a un partido en cueros. Una militancia cada vez más escuálida pero crecientemente sectaria y fanática en odios. Las bases ha derivado en buena parte a posiciones ajenas y alejadas a la socialdemocracia y al espíritu de respeto y de búsqueda de acuerdos con otras fuerzas democráticas. Cada vez menos pero cada vez más radicales, capaces de insultar a sus símbolos y referentes, cada vez, aunque no lo crean, menos PSOE. Y más Podemos o como se quiera la llamar la ultraizquierda actual. Con eso y con ellos cuenta Sánchez y con ellos confía en ganar. Esa victoria que sería para el PSOE, la hecatombe final.