Según para quién, Pedro Sánchez practica con largueza en la política la máxima evangélica del “pedid y se os dará, buscad y encontrareis, el que busca encuentra y al que llama se le abrirá”. La semana pasada ha sido, en efecto, pródiga al respecto.
En la recta final de los Presupuestos (PGE, según la sigla que más le gusta hoy por hoy al presidente), podemitas, nacionalistas, separatistas y filoetarras han ido pasando por Moncloa y aledaños y conseguido, a cambio de unos votos y sin aparentes grandes forcejeos, todo lo que pretendían. Aunque ello nada tuviera nada que ver con las cuentas públicas estatales.
Frente al rechazo taxativo que mantenía Defensa hasta días antes, el PNV ha maniobrado para sonsacar al Gobierno una de sus viejas aspiraciones: la enajenación de los terrenos que en la actualidad ocupa el célebre acuartelamiento de Loyola, en San Sebastián, contra el que ETA atentó hasta siete veces para que los militares terminaran por marcharse de tierras vascas. Ahora ha logrado una cesión de competencias en materia de Defensa, inédita para un Ejecutivo autonómico. ¿Precio?: seis votos, tantos como diputados en el Congreso. Superbarato.
Del mismo modo, ERC ha obtenido de Moncloa un compromiso para dar por terminado el control financiero por parte del Estado sobre los excesos de gasto de Cataluña; esa especie, al decir del prócer Rufián, de “155 financiero” que aplicaron en su día los pérfidos Rajoy y Montoro.
Y ya metido en camisa de once varas, el portavoz republicano ha logrado también cerrar un acuerdo para desmontar la política de baja fiscalidad que la comunidad de Madrid lleva practicando desde hace más de doce años. ¿Precio por el paquete?: trece votos; tantos como diputados en la Cámara baja. Tampoco caro. Así lo ha reconocido el santificado socio batasuno Arnaldo Otegi: Sánchez es una ventana de oportunidad. Un chollo.
De todas formas, el gran vencedor de las movidas jornadas últimas ha sido Pablo Iglesias. En tiempo récord, el vicepresidente dicen que social y máximo dirigente podemita ha logrado por doble vía torcer otra vez el pulso a Pedro Sánchez. Primero, metiéndose como miembro del Gobierno en el control y manejo de los fondos europeos, Y después, consiguiendo tener lista para dentro de quince días la prohibición de los desahucios.
Lo que llama la atención es que, conociendo al personaje y para a la postre tener que rectificar, el Gobierno no cuente inicialmente con él. Denota una notable falta de previsión por parte de Moncloa. Pero el caso es que de nuevo Iglesias gana y de nuevo Sánchez pierde.
Todo ello envía, pues, un pésimo mensaje a Bruselas. Porque como bien se dice –editorial del diario ABC-, es un hecho constatable que el eje Iglesias-separatismo no sólo condiciona la gobernabilidad, sino que es quien a la hora de la verdad la ejecuta, retratando a Sánchez como un pelele en sus manos.