El desarbolado Partido Socialista Francés ha celebrado primarias. El resultado ha sido penoso. Una participación escuálida, casi cuatro veces menos que los que acudieron a votar en las primarias del centro derecha, y un resultado preocupante. Benoit Hamon, el más “podemita” de los candidatos ha relegado al exprimer ministro Manuel Valls a la segunda posición. Como postre, el tercero, Arnaud de Montebourg se ha apresurado a ofrecer su apoyo a Hamon con lo que Valls parece tenerlo en verdad complicado.
Valls carga sobre sus espaldas la tremenda impopularidad de Hollande y una situación crítica del conjunto de socialismo francés que parece huir de sí mismo con ese giro al populismo de extrema izquierda con promesas del jaez de una “renta universal de existencia” de 600 euros al mes a todos los franceses con el único requisito de haber cumplido la mayoría de edad. Vamos, una fiesta del subsidio universal que aunque nadie dice a costa de quién se va a pagar no hace falta ser muy listo que el camino es el impuesto a mansalva sobre quienes trabajan y crean riqueza.
Las barbas del vecino socialista francés llevan ya mucho en remojo pero no deja de ser digna de observar la similitud con sus correligionarios españoles. A mayor desastre electoral se produce una fuga creciente hacia el izquierdismo más tosco y a una militancia cada vez más raquítica, pero cada vez más sectaria y visceral. El previsible resultado que anuncian las encuestas en Francia es atroz para el PSF. En las elecciones a la presidencia se da por hecho que a segunda vuelta pasarán el candidato de centro derecha, Francois Fillón, y la ultraderechista Marie Le Pen. Pero es que ni a Valls ni a Hamon se les da ni siquiera un tercer puesto sino que queda relegado a la ¡quinta posición! Por detrás de Enmanuel Macrón, social-reformista alejado y rebelde del PSF y que va por libre, y hasta del comunista Melenchón. O sea, el desastre total.
Que no es mucho peor que el que se ve obligado a afrontar nuestro PSOE donde hay procesos autodestructivos de impredecibles consecuencias. El sensato Javier Fernández lo ve venir. Y algunos dirigentes también. Pero en el seno de su partido sigue pujante lo que se lleva sembrando años y que ahora explota en esos socialistas insultando a socialistas, como sucedió en el Comité Federal o como le pasó el fin de semana en León a Susana Díaz. Es el mejor camino de perdición. Y con un Podemos acechante, aunque para alivio socialista, tan inmaduro y megalómano, que a nada que se le deje, ellos ya se encargan de socarrarse solitos.