Se anunciaba como el primer festival pospandemia y se celebró como si fuese exactamente así, ignorando el detalle de que la pandemia no ha terminado. En el Festival Vida de Vilanova i la Geltrú se retrocedió dos años en el tiempo y todo fueron saltos, gritos, abrazos, roces, distancias cortas y caras al descubierto. El caos ya comenzó el primer día en el acceso al recinto, con colas de hasta tres horas para los test de antígenos preceptivos en las que el metro y medio de separación era una utopía. Y una vez dentro, la emoción jugó en contra de las mascarillas FFP2 obligatorias, que acabaron por los suelos junto con los vasos vacíos o, en el mejor de los casos, colgando de un brazo. Sin que nadie hiciese ademán de recordarle a los asistentes que debían llevarlas puestas. Se suponía que era una prueba de fuego para reactivar los eventos multitudinarios y que Sanidad tomaría buena nota. Ha salido regular. FOTO: Público sin mascarillas en el festival | efe