el presidente Sánchez ha elogiado el compromiso de Felipe VI por “la transparencia, la actualización y la renovación de la Corona” y afirmarlo no solo es necesario, sino de justicia. El Rey lo lleva demostrando desde que accedió a la jefatura del Estado. Pero las palabras no pueden quedarse sólo en palabras, especialmente cuando desde el Consejo de Ministros han lanzado una andanada de profundidad sobre la Corona y sobre el Rey Juan Carlos, con el silencio clamoroso de Sánchez. Aunque ya se sabe que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.
Sánchez no se ha mostrado claro en la defensa de la Corona y ha tolerado ataques y burlas a la institución sobre todo desde Cataluña. El último allí, la burla a la Justicia desde el Ayuntamiento de Barcelona, que retiró un busto del Rey Felipe del salón de plenos “porque sobredimensionaba el símbolo de la Monarquía”, y cuando la Justicia le ha obligado a reponerlo, ha colocado, “por imperativo legal” un “retratito” de Felipe VI en un lugar escondido. Y el Gobierno ha callado.
Allí en Cataluña, se siguen entregando los Premios Princesa de Gerona en Barcelona, porque no se atreven a llevarlos al lugar al que corresponde, feudo independentista. Son muchos más, y no solo en Cataluña, los ataques a la Corona ante los que el presidente calla porque peligran los apoyos que le mantienen en el poder. Así que, haría bien Felipe VI en cuidarse de algunos elogios porque, como dijo Sigmund Freud “uno se puede defender de los ataques, pero ante los elogios está indefenso”.
No es lo mismo elogiar al Rey que defender la Corona, seguramente la primera obligación de un presidente y de todo su Gobierno, que han jurado lealtad a la Constitución y a la institución. Defender la Corona es fortalecerla, oponerse a quienes tratan de crear un nuevo sistema político en el que la Monarquía no tenga lugar.
Defender la Corona es defender la democracia y el Estado de Derecho. Si algo caracteriza al Rey Felipe VI es la discreción, el ejercicio virtuoso de su cargo y la puesta en valor constitucional, democrático y solidario del papel de la Corona. Como decía Juan Pablo II, “la democracia necesita de la virtud, si no puede ir contra todo lo que pretende defender y estimular”. Eso que practica el Rey, uno de los más grandes activos de España, se lo deberían aplicar todos los que están institucionalmente debajo de él.