El que no se asume se consume

El paso de los años me ha enseñado que una buena parte de las persona que conozco necesitan o han necesitado en algún momento de sus vidas lo que se denomina una “vuelta al ruedo”. La vuelta al ruedo, poéticamente descrita, viene a ser algo así como el deseo desmesurado por vivir lo que uno siente que se ha perdido o que se está perdiendo, en decremento de lo que uno-generalmente obnubilado por falsos halagos, exceso de dinero o bonanza de cualquier índole-; está viviendo. Este tipo de personas se asfixian al mismo tiempo que cogen tirria a lo que en otro tiempo les motivó e incluso les ilusionó. Sienten que les falta el aire y hasta que se lo están robando.


La vida hasta entonces conocida, les pesa… y el peso los engulle invitándoles a fabular con mundos de luz y color.


Luces entre las sombras y sonrisas imaginarias les evaden de una realidad que ellos perciben como enemiga íntima. Es entonces cuando, algunos incautos, deciden saltar al vacío. No miden consecuencias porque es más fuerte lo que les arrastra a seguir. Lo que les invita a escapar. Pero desconocen que el enemigo que se ha instalado en sus mentes siempre compra billete de ida y vuelta. Tras el salto y, después de bailar un tiempo el Valls de la libertad y de probar todo aquello que anhelaban, el volteador del ruedo suele sentir un vacío muy superior a aquel que un día le invitó a partir. Pero ya será tarde. Y, como lo sabe, jamás reconocerá su error. Hacerlo sería algo así como traicionarse a sí mismo o regalar una parte de su vida al aire; por lo que continuará viviendo sin reconocer, albergando en sus entrañas una gran mentira. Pero no hay ningún vacío mayor que aquel que acaba produciendo el error de caer en los blandos brazos de la consecución de ideales ficticios.


Porque los sueños, sueños son… y todos los tenemos, pero los más cabales procuraremos silenciar a la voz que nos invita a cumplirlos a costa de ocasionar terremotos. Quizás, las personas de bien deberíamos asumirnos para evitar consumirnos y, sobre todo, consumir a aquellos que siempre nos quisieron, ayudaron y protegieron. Asumirnos es ser conscientes de nuestra realidad y aceptarla, pero trabajando por mejorarla sin prisa y sin pausa. Luchando por entender y por ser entendidos. Dando lo mejor de nosotros mismos, mientras aguardamos pacientemente a recoger lo sembrado. Teniendo control sobre nuestras circunstancias, pero abriendo ventanas-que no puertas-a oleadas de aire fresco.


Es importante que sepamos quiénes somos y que no nos engañemos ni a nosotros mismos ni a los que nos quieren. Es clave hacer locuras a la edad pertinente y procurando no dejar cadáveres por el camino y, si es inevitable llevar a cabo la prueba, es justo y necesario dejar las cosas en el orden correcto y con la verdad por delante.


Si con eso y con todo, usted decide lleva a cabo su particular vuelta al ruedo, tenga en cuenta que los garbeos pueden salir muy caros y que la curiosidad siempre suele acabar matando al gato. Así que asúmase a sí mismo y madure, para no consumirse pensando en lo que podía haber sido y no fue. Para salvarse de sus propias garras. Para evitar arrastrar a inocentes a la hoguera de sus vanidades. Asuma para no consumirse que usted es usted con sus pros y sus contras, pero también que no somos islas y que cada uno es en realidad la suma de las circunstancias que le rodean. Madúrelas, sea consciente de que hay pocas posibilidades de construir algo bueno sobre cimientos de fango, y replantéese cómo mejorar lo que tiene; porque siempre es más sencillo reparar que volver a construir.


*Begoña Peñamaría es diseñadora y escritora

El que no se asume se consume

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