“Que la verdad no te arruine un buen titular”. Esta máxima de algunos malos periodistas se extiende con facilidad, más todavía en un “periodismo” de inmediatez y redes sociales para el que, casi siempre, la verdad es una molestia de la que se puede prescindir fácilmente sin que la inmensa mayoría de las personas se preocupe en confirmar. Cuando hablo de esa inmensa mayoría también me refiero a los políticos que asumen esos disparates si les benefician y son incapaces de rectificar. Y a los tertulianos. ¿Cómo pedir lo contrario a los ciudadanos de a pie? Las mentiras crecen y se extienden por todas partes y acaban convirtiéndose en “verdades indiscutidas”.
La última ha sido una supuesta afirmación del Papa Francisco, amado y odiado casi por igual y no necesariamente por quienes podrían hacerlo desde la lógica. Según una de esas noticias falsas que nos inundan, el Papa Francisco “se disculpó” ante México y su pueblo, “por los pecados de la Iglesia en la conquista de América”. ¿A quién se le ocurre? Inmediatamente la omnipresente Díaz Ayuso se apresuró a criticar que “un católico se exprese así” y calificó el “indigenismo” como “el nuevo comunismo”. Aznar puso “en su sitio” a Francisco y dijo que él “nunca pediría perdón” y esa otra derecha “católica”, incluidos los de Vox, que solo cree lo que le interesa, se sumó a las críticas con ese “ya se sabe que este Papa es un poco rojo, si fuera Juan Pablo II...”. Jesuita, argentino y rojo, que no sé qué les parece peor. Al otro lado, la izquierda atea o agnóstica, que solo habla bien de la Iglesia cuando le sirve para meterse con la derecha, aplaudió con frenesí. Y más de un medio se apresuró a contar no lo que los españoles hicimos mal en América sino “los errores históricos de Ayuso sobre el indigenismo y el legado de España en América”. Tiene guasa. Y, claro, los gobiernos populistas de América Latina se pusieron las botas, otra vez, contra España, entre otras cosas porque eso les sirve para tapar doscientos años de historia en buena parte desperdiciados en la lucha real por la dignidad y la libertad de sus ciudadanos, incluidos los indígenas. Ni Ayuso ni Aznar ni Vox ni los de izquierdas ni los populistas americanos se habían leído lo que dijo el Papa. Solo un titular falso porque otra cosa les hubiera estropeado su discurso. Tampoco los tertulianos, pero no vamos a pedir a nadie lo que no puede ni quiere dar.
Francisco dijo exactamente lo mismo que sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI: “Hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. Y Francisco puso en valor la religión, la fe y el legado. ¿Alguien puede estar en contra de esa afirmación? ¿Alguien puede pensar que, al margen de la enorme herencia entregada, de los valores transmitidos y que persisten, de la cultura, de las Universidades allí creadas, de la religión y la fe, del idioma que nos une, del mestizaje y de tantas otras cosas buenas, no hubo errores o pecados como en cualquier otra conquista? Los humanos se han exterminado entre ellos desde que tenemos conocimiento de su existencia y ningún conquistador puede levantar la voz sin que salte la sangre. Cada vez importa menos la verdad. A los políticos de derechas y a los de izquierdas, a los Gobiernos de este lado y a los de aquél. Algo debería estar haciendo el Gobierno español en los países hermanos de América para tapar todas estas mentiras que disfrazan la verdad y esconden la historia real. Mientras allí derriban estatuas de los conquistadores, en Madrid mantenemos estatuas de los “libertadores” de esas tierras. Y no deben tocarse.