Madrid está en el foco por múltiples razones. La han puesto de nuevo en el mapa sus dos últimos regidores, Almeida y Ayuso. Prácticamente todos los datos son buenos y la gestión de la pandemia, con sombras, pero con más luces, ha permitido que su economía crezca por encima de la media española y sectores fundamentales como la industria, la hostelería y la cultura no han sufrido la devastación del resto de España. Lo sabe Sánchez que ha tomado como enemiga, al mismo nivel que Casado, a la presidenta de la Comunidad y que prepara un Plan para subastar las sedes oficiales de las instituciones del Estado y llevarlas fuera de Madrid. Lo saben, en la política madrileña, el PSOE, Podemos y Más Madrid, que han sido barridos por el alcalde y la presidenta de Madrid. Lo saben algunos presidentes de autonomías, como Urkullu, que ha tratado de presentar a Madrid como la capital del dumping fiscal cuando los mayores privilegios están en quienes se benefician del concierto vasco. Lo sabe el entorno de Casado, que ve con recelo el ascenso popular de Díaz Ayuso. Y lo saben algunos medios de comunicación que, obviando los aciertos y la frescura política de Díaz Ayudo, han declarado una batalla descarada contra sus errores, mientras ignoran, disculpa o bendicen, a nivel nacional, los del Gobierno de la nación.
Madrid tiene privilegios como capital de España, pero también paga mucho por esa capitalidad. Contra lo que se dice, está a la cola del empleo público. Un 17,6% frente al 28% de Extremadura o el 27 de Asturias. Las regiones con mayor índice de paro son las que tienen mayor porcentaje de empleo público. En el último año, la economía madrileña ha crecido muy por encima de la media nacional y el paro está tres o cuatro puntos por debajo. Las críticas a la sanidad madrileña han sido generales, pero ocho hospitales públicos de Madrid están entre los mejores del mundo en diez especialidades y la campaña de vacunación y el hospital Isabel Zendal, creado en plena pandemia y criticado sin límites, se ha demostrado un acierto que otros han tratado de copiar. Y Madrid es la autonomía que más contribuye a la solidaridad nacional.
Madrid no es lugar de cañitas y juerga, sino una ciudad y una comunidad que trabajan duro, que ha bajado los impuestos sin que los servicios se hayan deteriorado y donde te sientes libre. Un informe de El País comparando las ciudades de Madrid y Barcelona, deja en muy buen lugar a la capital, que es cinco veces más extensa, y que tiene el doble de población, pese a lo cual, el presupuesto de Barcelona es de 3.500 millones y el de Madrid de 5.000. Madrid gana en creación de empresas y en seguridad casi duplica el PIB de sus ciudadanos, tiene una tasa de paro superior, y, contra lo que se estima, tiene tres millones más de pasajeros por avión y una tasa muy superior de pernoctaciones. En nivel de limpieza, andan a la par y Barcelona gana a Madrid en gasto social y movilidad sostenible. Pero Barcelona, que era una ciudad líder, más europea que ninguna, envidiada y envidiable, anda hoy por detrás de Madrid, perdida una buena parte de su prestigio por el ‘procés’ y por la incapacidad de su alcaldesa en remontar el vuelo de la ciudad. Hasta Gerard Piqué lo ha reconocido. Y, si hablamos de libertad, no hay duda de quién gana. En Madrid nadie pregunta a nadie qué piensa o de dónde viene ni multa a nadie por hablar la lengua de todos los españoles.