En la mayoría de los casos, nos han educado para perseverar en las cosas y para evitar rendirnos. Sin embargo, opino que muchas veces hay en la no rendición un miedo al fracaso mal entendido que, por no cesar en nuestro empeño por ganar, nos acaba convirtiendo en esclavos del sistema.
En la vida es importante estar preparados para luchar por nuestros objetivos, pero también para elegir en qué batallas merece la pena dejarnos la vida y en cuáles no. Es clave no confundirlas para no acabar exhaustos tontamente y que ese cansancio nos impida entregarnos a las pocas causas que realmente merecen la pena en nuestro devenir.
Rendirse, dejar de lado, obviar o aceptar; no tiene porqué ser necesariamente una debilidad, sino que muchas veces se trata de una fortaleza. El saber retirarnos a tiempo de algo que no acaba de salir como queríamos por la toma de decisiones desacertadas propias o ajenas; es todo un triunfo.
Asumir que nos hemos equivocado y decidir un cambio de ruta, se trata de una aceptación estrechamente vinculada al poder de adaptación que suele diferenciar a dos tipos de personas: aquellas que, tras una aparente derrota, optan por pasar el resto de sus días lamiéndose las magulladuras originadas, o las que son capaces de hacer de la herida un camino nuevo.
Al igual que sucede en las formaciones académicas, la vida es una escuela común para todos en la que cada cual acaba viéndose obligado a especializarse en campos diferentes. Y generalmente esto no se hace por elección, sino por obligación. Nuestras vivencias y batallas nos dirigirán hacia lugares insospechados en los que nuestro carácter será determinante para hacer de ellas un triunfo o una derrota.
Es clave que no nos permitamos hundirnos en nuestras miserias, que transformemos el dolor en fuerza motor, que nos subamos al tacón o anudemos la corbata, que nos pongamos nuestras mejores galas y que recibamos cada nuevo periodo que se nos presente-nos guste o no-, con serenidad y paciencia.
Con aparentes ganas de adaptarnos, sin decir a nadie lo que realmente sentimos y tratando de exprimir lo que la vida nos ofrece a cada momento. Porque, siempre, siempre, siempre, y por muy mal que se pongan las cosas, hay algo que necesitamos aprender y que tarde o temprano será de gran valía para nosotros o para los nuestros.
Así que no cesen en sus empeños hasta que el empeño se convierta en utopía. Entonces tendrán la opción de quedarse donde están bajando el listón para siempre, o de emprender nuevos senderos. En ambos casos será necesario utilizar la capacidad de adaptación de la que cada cual haga gala pero, ¿no les parece que es preferible utilizar sus energías en investigar nuevos territorios elegidos o impuestos, que dejarse la piel en algo que en el fondo les frustra y hace infelices?
Así que no teman las vueltas que la vida pueda dar. Acéptenlas con dignidad, exprímanlas con energía, llórenlas a escondidas, lúchenlas con esperanza, olvídense de lo que pudo haber sido y no fue y, sobre todo, continúen; pero háganlo desterrando la idea de que son unos perdedores y haciendo suya la de que la vida les está dando la oportunidad de que aprendan algo que les hará mejores, más sabios, y muchísimo más útiles para la sociedad.
*Begoña Peñamaría es diseñadora y escritora