Ariel Rot estaba avisado de que en A Coruña no hacía calor y de que necesitaría una chaquetillla para capear la meteorología herculina.
Dijo a este periódico que se pondría una chaquetilla “muy mona” y vaya si cumplió. Con la elegancia de los rockeros de siempre, el argentino pisó el escenario de María Pita con tan solo tres minutos de retraso, a las 22.03 horas, cuando la lluvia caía fina sobre los pocos que se aventuraban a desafiarla con paraguas, capuchas, chubasqueros y los más valientes hasta a pelo.
Los primeros acordes de guitarra fueron los de la nostálgica ‘El vals de los recuerdos’, que rememora aquellos tiempos en los que Rot pisaba la Península por primera vez para quedarse para siempre.
Y esa añoranza despertó a los fieles, que ya empezaban a dar palmas de ánimo y a corear recordando aquellos años en los que Ariel Rot decoraba sus carpetas del colegio.
Al buen músico y con la gente entregada, ni siquiera la lluvia le paga el fuego y así continuó el intimismo con ‘Hasta perder la cuenta’, seguida de una ‘Dulce condena’ que, aquí sí, despertó a todos del recuerdo de tiempos pasados, hizo alzarse las palmas e incrementar el volumen de los coros de los presentes hasta el punto de que hasta el guardia de seguridad se unió a ese leit motiv de “no importa el problema, no importa la solución, me quedo con lo poco que queda entero en el corazón”.
Rompió el momento el cariñoso saludo del argentino, primero con un “¡Boas noites Coruña!” para pasar a una pequeña reflexión tras la tercera canción: “Qué bueno estar aquí, ¡el cariño que le tengo a este lugar!, la tercera vez que toco en esta plaza y siempre es especial”, señaló.
Antes de empezar a acariciar la guitarra para que sonase ‘el mundo de ayer’, el rockero de Buenos Aires, afincado en Madrid, indica lo especial que es esa canción para ellos y anticipa un repertorio entre cañero e intimista, como también había prometido porque sí, no cabe duda a estas alturas de que Ariel es un hombre de palabra.
La plaza se va llenando, la lluvia ha parado con ‘Dulce condena’ y son ya entre 2.500 y 3.000 personas aproximadamente las que se unen a la fiesta, paraguas fuera y con la esperanza, tal vez, de acabar bailando, como esperaba el músico, “desnudos” a ritmo de rock and roll.
A las 23.00 horas empieza la alegría rememorando sus éxitos con Tequila y aunque recuerda que “está difícil tocar con humedad en las manos” destaca que “vuestro calor y entusiasmo puede con todo”.
Es cierto, ya no importa el aforo, ni la lluvia, solo la guitarra de Ariel, solo él por todas partes, tanto que hasta una fan le lanza un sonoro “¡GUAPO!”.