Cuando mañana concluya la semana laboral, el jardín de San Carlos habrá perdido trece de sus añosos olmos que durante tanto tiempo ha proyectado su sombra sobre este parque histórico. La grafiosis los había matado, y ya solo eran cadáveres que se tenían de pie, así que el Ayuntamiento no ha tenido más remedio que ordenar su tala. Pero no hay mal que por bien no venga, porque la tala ha permitido desentrañar un misterio en el que, hasta ahora, los expertos no se ponían de acuerdo: cuándo se plantaron los árboles, algo que se puede comprobar gracias al conteo de los anillos. Y la fecha es 1914.
Los tocones que todavía subsisten en este espacio protegido cuentan muchas cosas a todo aquel que sepa leerlos. El profesional que lo ha determinado es Carlos Franco, ingeniero forestal y experto en el patrimonio arbóreo de la ciudad en 2022. Pero él mismo reconoce que sobre el examen existe un margen de error de diez años. “Esto es debido a que existen podredumbres y cortes de la motosierra que desvirtúan el conteo final”, aclara. El examen superficial no sustituye un trabajo de campo dendrocronológico (conteo de anillos).
Por otro lado, el examen no permite determinar cuándo se plantó el árbol en el jardín, solo su edad. Pero el examen también revela algunos datos sobre la azarosa vida de estos olmos, como si fuera una autopsia vegetal. “Se observa que en los primeros decenios el crecimiento fue regular y con buenos crecimientos porque hay una amplia distancia entre anillos”, explica. Pero, a partir de los treinta años, se ven secuencias intercaladas de años de poco crecimiento con otros de crecimiento óptimo, lo que puede significar podas regulares en el árbol o años con meteorología adversa para el ejemplar.
En los últimas décadas el crecimiento se había ralentizado debido a la acción humana
A partir de los años 80 los crecimientos anuales bajan considerablemente, lo que implicaría, según Franco, “una paulatina decrepitud del árbol” que no se debería a factores naturales sino humanos. Como por ejemplo, unas podas, o unas actuaciones en el parque que hubieran podido dañar sus raíces, o incluso que le faltara suelo para desarrollarse. “Todo estos factores, muy probablemente, hayan favorecido la enfermedad que presenta actualmente”, concluye. Esta enfermedad, la grafiosis, es un hongo que lleva cebándose en los olmos de toda Europa desde hace décadas.
Según Franco sería interesante hacer una datación profesional dendrométrica de los tocones para conocer su edad exacta y todos aquellos factores externos que les fueron sucediendo a lo largo de los años. Pero eso queda para los científicos: los coruñeses pueden sentirse satisfechos de poder confirmar que los olmos son centenarios.
No estaba muy claro: unos decían que 150 años mientras que otros apuntaban a que habrían sido plantados en los años 50 del siglo pasado. También había expertos, como el propio Franco, que fijaban la plantación a principios del siglo XX. También el Ayuntamiento daba esa fecha (los años 20 o 30, lo que se incluye dentro del margen de error). Lo que está claro es que no tuvieron una vida fácil, sobre todo en los últimos años. “Los árboles sufren más estrés en los entornos urbanos”, apunta el ingeniero.
No se puede olvidar que de los 22 originales, todavía subsisten seis, que se hallan bajo continua vigilancia por parte de los operarios municipales, que les suministran tratamientos fitosanitarios para mantener a raya al hongo. Las posibilidades de que cumplan otros cien años de vida es escasa con una plaga que ha eliminado el resto de los olmedales de Europa amenazándolos, pero se está haciendo todo lo posible.
Ya el año pasado se tuvieron que plantar tres en sustitución de otros que habían sucumbido al hongo. No son ulmus hollandicus, sino una especie híbrida más resistente a esta enfermedad, aunque nadie excepto los expertos lo percibirán. Los nuevos árboles que sustituirán a los que se han talado ahora se plantarán en febrero, porque es mejor esperar al frío, cuando el olmo está aletargado. Pero se plantarán, y el jardín de San Carlos abrirá sus puertas en primavera.