Cómo el fútbol salvó la vida del coruñés Adolfo Bregua en Mauthausen

Sobrevivió a un campo de concentración y pudo volver a su barrio natal, donde el lunes se colocará una placa en su memoria
Cómo el fútbol salvó la vida del coruñés Adolfo Bregua en Mauthausen
Adolfo Bregua Mouriño cuando era un niño

Corría detrás de una pelota desde que era un niño sin saber que eso le salvaría de una muerte segura años después. Adolfo Bregua Mouriño fue uno de los 17 coruñeses deportados al campo de concentración de Mauthausen. De aquel infierno pudo salir con vida gracias al fútbol, que lo libró de trabajar en las canteras y lo llevó para la cocina, donde pudo alimentarse mejor hasta que fue liberado en 1945. Su ciudad natal no lo olvida y prueba de ello es la placa que el Ayuntamiento pondrá en su honor el próximo lunes en el barrio donde vivía.


Adolfo Bregua nació el 24 de septiembre de 1906. El lugar de Vioño fue su casa, donde conoció a su mujer Rogelia y donde tuvo a sus dos hijos, Adolfo y Jaime. Pero también fue el escenario de sus primeras andadas en el fútbol desde que era un niño. “Le gustaba mucho. La prueba es que le rompía las zapatillas a mi abuela y ella no lo dejaba jugar. Antes de empezar el partido, o incluso cuando estaba jugando, iba y lo mandaba para casa”, cuenta su sobrino Ángel Vázquez. Lo que Flora no podía saber es que esa sería la salvación de su hijo.


Bregua compaginaba su trabajo en una empresa de cajas, donde era encargado, con su pasión por el fútbol. Jugaba en el Vioño, un equipo de fútbol modesto que por aquel entonces estaba en la Segunda División local. “Debía de hacerlo bien. Cuando los alemanes quisieron que jugara con ellos es que no era un ‘tuercebotas’”, deduce su sobrino.  

 

 

Su huida


El coruñés no solo destacaba por sus habilidades futbolísticas. Fue también un reconocido sindicalista que ocupó distintos cargos en la CNT y participaba incluso en las reuniones a nivel nacional. Pero la Guerra Civil estalló y él se fue a vivir con su abuela antes de huir a Francia.


“Lo intentó varias veces. Una se salvó por los pelos porque iban a coger un barco en la Torre y vino la Policía. No sé si a él le dieron el soplo y se volvió”, cuenta su sobrino. En 1939 consiguió salir de la ciudad, pero el destino tenía otros planes antes y la embarcación donde viajaba –‘La Libertaria’– se perdió en alta mar. Fueron rescatados por un carguero ruso, que los llevó a Francia.

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Ángel Vázquez, sobrino de Adolfo Bregua / PEDRO PUIG

 

Su etapa en Francia


Bregua fue internado en el campo de Le Barcarès el 27 de agosto de 1939. “Los franceses lo metieron en una playa no sé cuanto tiempo. Allí para abrigarse tenían que cavar y taparse con la arena. Pasaban hambre y murió mucha gente allí”, cuenta la voz entrecortada de su sobrino.


La suerte lo acompañó de nuevo y pudo salir de allí gracias a sus conocimientos. “Los franceses lo sacaron de la playa y le dieron empleo. Iba gente muy preparada: campesinos, carpinteros... Y los contrataban. Él trabajó como jardinero”, explica Ángel Vázquez. Pero el 13 de septiembre de 1940 los alemanes llegaron y se lo llevaron para Mauthausen.

 

 

En el horror


Los alemanes se fijaron en Adolfo Bregua por su destreza jugando al fútbol. A ellos les gustaba mucho este deporte y elegían a los que mejor se les daba para echar partidos entre ellos. Gracias a eso consiguió trabajar en las cocinas, donde podía alimentarse mejor.


“Allí había unas canteras donde iban a trabajar y no les daban de comer. Y cuando adelgazan y ya no valían para eso, se los llevaban a donde los gaseaban –su sobrino tiene que hacer una pausa antes de continuar–. Le dio la vida porque estuvo hasta 1945”.


Concretamente, el 5 de mayo de ese año Bregua pudo salir de aquel infierno, pero el miedo de haber vivido en aquel horror lo llevó a desconfiar cuando llegaron los aliados. A sus compañeros les dijo: “Yo me voy a Francia, pero me voy a pie porque yo no sé a dónde me van a llevar los americanos ni lo que me van a hacer”. Y así lo hizo. Atravesó los Alpes a pie hasta llegar al país vecino. Le llevó dos meses pero en el camino fue encontrando gente que los ayudaba. “En los pueblos les dieron de comer y donde dormir”, cuenta su sobrino.


Lo primero que hizo al llegar a Francia fue llamar a su familia. Allí se mudaron unos años mientras él trabajaba de jardinero, pero su hijo enfermó de asma y el médico le recomendó un clima seco y caluroso. Eligieron Brasil, donde vivió una buena vida con chalé en la playa incluido. Ya muy de mayor, sobre el año 1976, volvió a su A Coruña natal. Pasó unos meses aquí disfrutando de su familia hasta que volvió a Brasil, donde murió a sus 95 años.


Aunque en su casa era un tema tabú, Ángel Vázquez habla con orgullo de su tío y reconoce que la placa que le pondrán en la calle Los Mallos (número 98) es muy significativa para ellos. El próximo lunes 27, junto a la de Adolfo Bregua, colocarán otras tres en recuerdo a otros tantos coruñeses deportados en diferentes puntos de la ciudad. 

Cómo el fútbol salvó la vida del coruñés Adolfo Bregua en Mauthausen

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