Quienes se desesperan porque la aplicación de Renfe se colapsa a la hora de intentar reservar un billete de tren o la web no va todo lo rápida que uno quisiera seguramente ignoren que fue precisamente la compañía ferroviaria la que comenzó la era informática en España. Corría el año 1959, era la época de la dictadura franquista y también del Plan de Estabilización Económica, que ayudaría a cambiar y a modernizar algunas cosas en aquella España de los años sesenta.
En ese contexto y gracias al programa de Ayuda Económica Americana, aquel que ridiculizaba Luis García Berlanga en su famosa película ‘Bienvenido, Míster Marshall’, llega el primer ordenador a España. Era de la marca IBM y, concretamente, el modelo “650 Magnetic Drum Calculator”. Empieza a operar en 1960 y su función principal era la de agilizar las tareas administrativas de Renfe, en especial el cálculo de las nóminas del personal, y para controlar también el movimiento de los vagones y demás material ferroviario de la compañía.
Ese ordenador se encuentra hoy en un lugar privilegiado de la sala Mayúsculas del Museo de la Ciencia y Tecnología (Muncyt) de A Coruña.
Con dos metros de alto y dos metros de ancho, parece más un armario que un ordenador. Un armario bien lleno, porque pesaba cerca de una tonelada y la unidad de alimentación, casi una tonelada y media. La memoria era de 1 Kb, algo que si lo traducimos al tamaño de una foto digital de hoy en día, sería más pequeña que el tamaño de un sello de correos.
El “disco duro” era ese ‘magnectic drum’ que IBM le había puesto en el nombre al aparato y consistía, según el catálogo de Cer.es (Colecciones en Red) del Ministerio de Cultura, consistía en un cilindro en donde se almacenaba magnéticamente la información. Tal y como recoge José Mariano Rodríguez en su ‘Historia de la informática en Renfe’, esta máquina “era capaz de realizar 78.000 sumas o restas por minuto, 5.000 multiplicaciones y 3.700 divisiones, también por minuto y, en ese mismo tiempo, podía asimismo tomar 138.000 decisiones lógicas”.
La prensa de la época se refería a este moderno invento como un “cerebro electrónico”, tal y como lo reflejaba ‘La Hoja del Lunes’ de la Asociación de la Prensa de Madrid, en un artículo publicado un par de años después de que se hubiese instalado, en 1962, que llevaba el significativo título de ‘Madrid se llena de robots’.
“La Renfe puede conocer, a través de las noticias que le proporciona, dónde y en qué condiciones se encuentra a cada momento el material móvil de que dispone”, explicaba el reportaje, que calculaba que en Madrid trabajaban, en aquel momento, “más de veinte robots” y citaba, entre los más importantes, los de la Dirección General de Carreteras (para calcular el mejor trazado de una vía), Galerías Preciados (para manejar las existencias), el Banco de España, el Banco Español de Crédito, Iberia o Telefónica. El recelo hacia los que después llamaríamos ordenadores se asemeja bastante al que muestran algunos hoy en día por la Inteligencia Artificial.
Quienes deseen hacerse un selfi junto a tatarabuelo de su teléfono móvil, tienen una buena excusa para visitar, una vez más, el Muncyt.