El trece es el número de la mala suerte. También para el jardín de San Carlos, que lleva mucho tiempo enfermo, cerrado al público, mientras sus olmos languidecían afectados por el hongo de la grafiosis. El problema, que se conocía desde hace años, ha llegado a un punto de no retorno en el que no es posible recuperar el último olmedal de la Europa Atlántica. Por eso la concejala de Infraestructuras, Noemí Díaz, compareció públicamente para anunciar que a partir del lunes se talarán trece olmos ya muertos para sustituirlos por árboles de una nueva variedad. Quedan en pie seis ejemplares centenarios y el Ayuntamiento asegura que su salud es buena.
El Plan de Recuperación Integral supondrá una inversión de más de 200.000 euros, de momento, y su finalidad es dejar el jardín histórico en condiciones para reabrir al público el parque con todas las garantías. “Para que as vindeiras xeracións poidan gozar del tal e como foi durante o último século”, como declaró la concejala. Esta ha sido, como suele decirse, la crónica de una muerte anunciada. La plaga, transmitida por unos escarabajos, ha devorado todas las olmedas antiguas de Europa, y en las últimas décadas ha sido la responsable de la eliminación de ejemplares centenarios en ciudades como Cáceres o Soria.
Desde el Ayuntamiento aseguran que han hecho todo lo posible para salvar a todos los ejemplares, cada uno de ellos histórico e insustituible: “Se dieron todos los tratamientos posibles e incluso experimentales, con el asesoramiento del mejor experto de España (Luis Gil), incluyendo medidas físicas para separar las raíces”. Y, como recalcan, todavía resisten seis olmos, que están siendo muy vigilados.
“A retirada dos exemplares afectados permitirá reducir o risco de que a enfermidade pase aos olmos que están libres dela. En ditos olmos seguiranse a aplicar tratamentos preventivos con endoterapia e deltametrina”, aclaró la concejala. Los nuevos árboles que se plantarán serán los de tamaño más grande posible, los mayores que se puedan encontrar en el mercado aunque, naturalmente, seguirán siendo unos retoños comparados con los gigantes que ensombrecían el jardín. “Serán adquiridos nun viveiro de Alemaña, no que xa están reservados, e teñen un perímetro de tronco de 35 centímetros e unha altura de oito metros. Todos eles son resistentes á grafiose”, prometió Díaz.
No es la primera vez que el Ayuntamiento planta nuevos ejemplares. En marzo del año pasado se dispusieron tres para sustituir a los olmos que ya habían sucumbido al hongo. En total, son 22 los árboles que siempre ha tenido el parque, considerado romántico inglés, porque alberga especies atlánticas, ruinas e incluso el cenotafio de general inglés Sir John Moore, muerto en la Batalla de Elviña de 1809 y enterrado en el mismo jardín.
El jardín de San Carlos es un bien protegido, con cerca de doscientos años de historia y situado en el corazón de la Ciudad Vieja, a horcajadas sobre una muralla que, en algunos tramos, es medieval, así que este plan tendrá que contar con el visto bueno de Patrimonio de la Xunta. La concejala trató de mostrarse positiva, pintándolo como una oportunidad de poner en marcha un plan de revitalización. Tras la retirada de los árboles, se realizará un sondaje arqueológico hasta febrero y luego se plantarán los nuevos olmos, lo que tardará diez días. Se espera poder reabrirlo la próxima primavera, “sempre e cando non se demoren os preceptivos permisos”.
La antigua muralla que rodea el jardín se encuentra en mal estado y, de hecho, se han producido desprendimientos a la vía pública, de manera que la acera ha tenido que vallarse, pero por el momento no se han llevado a cabo trabajos de habilitación. El motivo han sido los vencejos que anidan en las piedras, una especie protegida que pasa nueve meses al año en África. Ahora que ya se han ido, han comenzado los trabajos, extendiendo una red para evitar el peligro.
Se licitará en las próximas semanas un diagnóstico completo del estado de la muralla que culminará con la redacción de un proyecto para su rehabilitación integral. Los trabajos de reforma comenzarán por el parapeto, para garantizar su estabilidad. Uno de los mayores expertos en fortificaciones de Galicia, José Ramón Soraluce Blond, había advertido de que la muralla está “un poco desplomada”. Este muro se hizo para contener toda la tierra sobre la que se levantó el jardín, así que soporta un gran peso, que no alivia la pérdida de sus gigantes centenarios.