Ante todo mucha calma. Curiosamente, el mensaje de la hostelería tras los últimos asaltos a los establecimientos de la zona de San Pablo no es de siniestro total, sino de situaciones puntuales que enturbian la percepción global de lo que en realidad es una ciudad tranquila. Todo lo que sea comenzar un discurso en otro sentido o enarbolar la bandera de la inseguridad es, según el sector, tirar piedras contra el propio tejado.
Así lo afirma Héctor Cañete, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de A Coruña, quien no solamente defiende la ciudad como remanso de paz con algún punto negro, sino que además reivindica el trabajo de las autoridades y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para garantizar la seguridad de sus asociados y los clientes. “Que de vez en cuando se produzcan incidentes como los del asalto en moto no debe variar la sensación de que estamos dentro de una normalidad: las redes magnifican el tema, pero somos una ciudad tranquila”, subraya. “Tanto la subdelegación del Gobierno, que es quien coordina la seguridad, como la Policía, que es quien ejecuta el plan, hacen una buena labor. Cuando pasa algo siempre nos acordamos de ellos, pero durante el resto de los 364 días del año hay una paz total”, añade.
Según Cañete, además, una cosa es la visibilidad que aportan las redes sociales a casos muy llamativos desde el punto de vista audiovisual, pero otra es la repercusión real de esas actuaciones. El presidente de los hosteleros toma como paradigma los actos vandálicos en la zona de San Pablo, donde lo aparatoso de la actuación, con los atracadores a lomos de motos de alta cilindrada, no es directamente proporcional a un botín muy escaso: cajas registradoras tiradas por los suelos, la recaudación de la máquina recreativa o incluso los platos de una vajilla. Lo mismo sucedió con una jamonería del paseo de los Puentes. “No estamos ante atracos a mano armada o con navaja o cuchillos. Al final se trata de robos nocturnos en los que rara vez existe un peligro para las personas: se buscan máquinas recreativas o registradoras, son delincuentes pequeños sin grandes robos a sus espaldas”, prosigue. “La Policía está siempre ahí y realiza un buen trabajo. Hay que hacer un llamamiento a la calma y decirle a los que nos visitan que no hay sensación de peligro y que se puede salir a cualquier hora por calle. Todo lo contrario puede ser un mensaje peligroso para nuestros intereses”, asevera Cañete.
Emilio Ron observa la problemática desde la gerencia de establecimientos tanto del ocio nocturno como de la hostelería tradicional. Además, los últimos acontecimientos en San Pablo le tocaron muy de cerca a nivel profesional.
Sin embargo, y a pesar de hacer un llamamiento a la presencia policial, también sigue la misma filosofía de Cañete sobre el concepto de ciudad que se quiere transmitir. “Obviamente echamos en falta más efectivos de la Policía Nacional, pero A Coruña es una ciudad segura con conatos de problemas concretos”, dice. “No hay una percepción de inseguridad, sino incertidumbres que generan problemas. Lo que pasa es que la agresividad es diferente a la de antes”, agrega.
Por otra parte, en la noche observa desafíos diferentes que requieren de respuestas alternativas. “El público conflictivo de antes ha desaparecido: o está muerto o en prisión. Las nuevas drogas y sus cortes generan problemas que no existían”, lamenta el empresario
Pero hablar de A Coruña es hacerlo de barrios, el mejor termómetro de la salud de la ciudad en muchos sentidos. Patricia Gómez, responsable de El Tío Juan en la calle Rafael Alberti, se movilizó hace dos años contra la okupación en el Club Financiero. Fue objeto de un robo y varios intentos frustrados. Hoy dice vivir tranquila, con un solo incidente en los últimos seis años. “Intentos fallidos hubo unos cuantos”, puntualiza.
Al igual que sucedió en San Pablo, se trataba de pequeños hurtos, más dolorosos por lo aparatoso que en lo económico. “Denunciar me ayudó a recuperar el dinero”, recuerda.
Por su parte, Juan Rodríguez anda con la palabra seguridad constantemente en la boca, tanto por su condición de presidente vecinal de la Sagrada Familia como de hostelero. Tiene negocios en su barrio y en la zona centro. Y el discurso es parecido al de sus colegas. “Entran a machete para coger 20 euros y llevarse lo que buenamente puedan. Antes los ladrones eran de otra manera”, explica. Sin embargo, al contrario que Cañete, Ron o Gómez, se muestra más escéptico respecto a la burocracia. “Denunciar no nos sirve para nada, porque si no llegan a cierto dinero pierdes tres horas mientras el ladrón está bailando”, ironiza.
Finalmente, y después de cuatro décadas lidiando con partidos de alto riesgo, con los problemas de los 80 o la tensión de la noche en determinadas etapas, Fernando Rodríguez puede decir que su bar Acople es un lugar, de momento, tranquilo. Y así se lo transmite a cuanto turista le llega, que no son pocos. “En 37 años he tenido un intento de atraco en los 80 y en una vez me robaron la caja registradora. Nada más”, subraya.
Una de las razones que ha encontrado para no hacer de imán a quienes buscan unas monedas es librarse, por ejemplo, de la máquina de tabaco. “Funciona como un reclamo y la mayoría de los bares las estamos quitando. Estábamos recaudando dinero para otros”, denuncia. Por otra parte, cree que la labor del hostelero en el trato con el cliente es en muchos casos disuasoria.
El concepto de seguridad en el ocio nocturno no tiene que ver con robos, sino con la tranquilidad con la que los clientes pueden intentar pasárselo bien sin meterse en problemas.
Al igual que en el caso de la hostelería tradicional existen casos muy graves en la memoria colectiva reciente. Sin embargo, fuentes consultadas por El Ideal Gallego desean transmitir un mensaje claro: cualquier tiempo pasado fue peor, en referencia, por ejemplo, a las peleas masivas de los 80. Y es que, como dicen algunos porteros, si en aquella época hubiera móviles...