El ojo público | A un fotoperiodista en prácticas

Hay días que el fotógrafo lleva la cámara colgada al cuello como si fuese una soga. En los que nada sale. Es un oficio en el que uno aprende a perder. Ese momento decisivo del que hablaba Bresson pasa una y otra vez por delante de los hocicos. Como un puño que te impacta en el medio y medio de ellos
El ojo público | A un fotoperiodista en prácticas
Javier Alborés

No sé, muchacho, si quieres ser fotógrafo no necesitas gastar mucho dinero. No tires tus ahorros en esa cámara tan moderna y pesada. 
 

Te recomiendo que lo inviertas todo en llevar a tu novia, a tu marido o a tu gato siamés a cenar a un sitio bonito.
 

Porque lo único que necesitas para hacer esto es tener un par de ojos en la cara, es más, con uno podría llegarte. Incluso siendo tuerto podría ser más que suficiente si esa pupila que te resta en vez de estar conectada a tu cabeza lo está a tu corazón.
 

Y si tu corazón se agita, claro está, y si se menea y te duele y te exige, si te llama y te reclama, si te ocurre eso, me apuesto mi dedo índice que lo lograrás sin lugar a dudas.


Esa cámara que llevas al cuello no es una gran cámara, es cierto, pero te puedo asegurar que a muchos que dicen ser fotógrafos les quedaría grande.
 

Simplemente con una pizca de talento y un poco de calor en tu interior la harás bailar bajo la luz de la luna. Y si no pretendes ser rico, ni famoso, ni acostarte con muchas chicas (o chicos), ni presumir en un bar de copas con los tarados de tus amigos, ni hacer diecisiete exposiciones antes de haber hecho ni tan siquiera diecisiete fotos, entonces te aseguro que ya tienes un buen comienzo para tu película.
 

Harás mucha basura al principio y creerás que es muy buena. En fin, chico, no me mires así, todos tenemos nuestra vanidad. Hasta un novato como tú tiene la suya, pero no le prestes demasiada atención.
 

Tampoco te creas lo que dicen por ahí. No eres bueno porque alguien te diga que eres bueno, ni tan siquiera te ofendas cuando se rían de tu trabajo aquellos que creen saberlo todo.
Esos que se burlan de ti, que te ningunean, cuando están en su casa a solas también llevan calzoncillos agujereados y zapatillas a cuadros. En realidad, tienen tanto miedo o más que tú.
 

Y alégrate de afeitarte todos los días. Porque podrías ser una chica, ¿te das cuenta? A una chica con una cámara al cuello nunca se la toman en serio, tiene que trabajar el doble de lo que tú trabajas y soportar el triple de mamarrachadas de las que tú aguantas todos los condenados días. No hay nada más difícil en este mundo que ser mujer y hacer fotos. Y no pongas esa cara de atontado, chaval, sé de lo que hablo.
 

Probablemente ese sufrimiento que les obligan a padecer, hace que salgan con tres cuerpos de ventaja sobre ti. Ellas saben y sienten más cosas que tú. Y eso, en este asunto, suma mucho.
 

Así que escúchame, cierra esa bocaza y tal vez un día puedas decirle a alguien con tanta altivez lo mismo que yo te estoy diciendo a ti.
 

No te hagas amigo de los futbolistas, ni de los políticos, ni de los asesinos, ni de los famosos, ni de los curas, ni de los muertos, ni de los futuros muertos.
 

Esos tipos son tu trabajo, respétalos y a la vez haz que te respeten a ti, aunque los odies, aunque los ames, aunque te odien o te amen a ti.
 

Sé educado, pero no servil. Sé silencioso, pero no callado. Sé listo, pero no listillo. 
 

Y no discutas con los periodistas, tú también lo eres, aunque muchos de ellos aún no lo hayan descubierto. 
 

El tuyo es tuyo y de nadie más. Tú, criajo del demonio, créeme, ves cosas que los demás no ven, esa cámara te protege y te condena, esa cámara habla más de ti que de los demás. 
 

Cuídala, quiérela, pero recuerda que sólo es una cámara, un aparato, una máquina. Aunque tenga vida propia. A veces es tu amiga y en ocasiones será la peor de tus enemigas. Te abrirá muchas puertas y te cerrará unas cuantas más.
 

Pero lo que has de cuidar es tu mirada, que no se vicie, que no se empolve, que no sea correcta por el mero hecho de que te digan que es correcta.
 

Tú sabes mejor que nadie lo que quieres. Las modas son para los adictos a las redes sociales. 
Y ahora sal por ahí si estás cansado y triste, si estás en la ruina, si te han roto el corazón, si estás eufórico o borracho, si estás tranquilo o simplemente si la luz cae suave y reconfortante y haz mil millones de fotos. Tal vez alguna valga la pena. Confía en mí, sabrás reconocerla. Así que después de esto, sal a la calle y haz tu trabajo de una vez.


Se fallan más goles de los que se marcan. Recuérdalo. Se come uno más golpes de los que da.
Nadie se hace fotoperiodista para ser feliz. Es increíble que con tantos años de estudios nadie te haya explicado esto

El ojo público | A un fotoperiodista en prácticas

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