La Semana de la Arquitectura acaba mañana y en esta edición se ha centrado en la verticalidad, esa posición que tan embarazosa es de perder. Por eso, tres estudiantes de la Escuela Técnica ejercieron ayer de cicerones para explicar a treinta personas los pormenores sobre cinco torres que jalonan el centro de la ciudad, a lo largo de Juan Flórez. “Paseamos por las calles y estamos tan acostumbrados que no las vemos”, apuntaron.
Jesús, Aylin y Álex, enfundados en camisetas rojas, comenzaron su andadura en la Torre Dorada, diseñada por Milagros Rey Hombre. Es la más antigua de Juan Flórez, y de ella contaron una curiosa anécdota: en los años sesenta, las torres todavía eran algo inusual, así que para el diseño, Rey empleó un sistema de cálculo soviético. En plena dictadura, aquel detalle generó recelos que retrasaron la obra.
Solo fue una de las muchas anécdotas que contaron a su atento público. Durante cerca de una hora se visitaron la torres Trébol, Hercón, Torres y Sáez y Golpe. Recordaron que el primer rascacielos de España fue el edificio del Banco Pastor: “En su momento fue un hito, y por eso antes no se levantaban edificios más altos que las catedrales, porque eran un hito”. Pero los bancos no imponían tanto respeto, y poco a poco el resto de Los Cantones se pusieron a su altura.
Todo cambió en 1967. Para evitar la picaresca, se impuso una normativa que indicaba una edificabilidad concreta cuando la constructora poseía por lo menos el 50% de la manzana. Se podía construir a lo ancho, de manera uniforme, pero con una altura limitada o reducir el ancho y trepar hasta el cielo, jugando con los
volúmenes.
Eso hicieron Carlos Meijide (Torre Trébol) y Franco Taboada (Torre Hercón) cuando compitieron entre ellos para diseñar el mejor edificio. Fachadas pensadas para ganar luz y vistas, bajos comerciales con espacios para el encuentro social, antepechos de hormigón para aminorar la sensación de vértigo. “Parece que no, pero antes lo pensaban todo y quizá es con lo que debemos quedarnos ahora”, concluyeron.