La defensa del patrimonio de Urbano Lugrís alcanza ya la categoría de vieja reivindicación y, quizás por eso, asociaciones como O Mural tiran de ingenio y surrealismo, al igual que su artista de cabecera, para llamar la atención tanto de la ciudadanía como de las autoridades. En un evento que acabó por extenderse más de cuatro horas, y que incluso tuvo un prólogo para contextualizar en qué momento se encuentra la obra. Una treintena de personas, en su mayoría caracterizadas para la ocasión, protagonizaron una marcha en la que se volvió a pedir el traslado de los murales más famosos de A Coruña.
A pesar de que estaba previsto que el evento se iniciase a las 19.00 horas, desde mucho antes, a primera hora de la tarde, los asistentes customizaron sus paraguas con motivos y figuras referentes a los murales. “Os murais non teñen paraugas”, rezaría poco después una de las pancartas reivindicativas que se colocaron en el antiguo restaurante Fornos, en la calle de la Galera. La espera la amenizaron Xurxo Souto, un asistente que se hacía pasar por Abel Caballero, otro de polítco y varias ‘”lugrisáns” más. Hubo un momento propio del camarote de los hermanos Marx: mientras unos convertían el ‘Dirty Old Town’ de The Pogues en un homenaje a Lugrís a unos pocos metros los representantes de AGA Ucraína pedían la retirada de las tropas rusas.
Entre medias, un actor disfrazado de Predator entretenía a aquellos que le dejaban unas monedas. Quizás, en homenaje al muralista, no podía haberse elegido un caos mejor.
Calificada como “marcha atlántica”, la caminata comenzó con el trayecto entre el Obelisco y la calle de los Olmos, rumbo al antiguo restaurante Fornos. “Menos derrotismo, e máis surrealismo”, pedía la organización, que también hizo referencia a algunos de los motivos más habituales. “Aquí están, xa se ven, homes mariños e sereas en pé”, “máis poesía e menos economía” o “saca a túa vida da lata de sardiñas” fueron otros de los reclamos antes de llegar a la primera parada.
Allí, entre el político de mentira, el Abel Caballero de cachondeo y unos improvisados obreros se hizo una sátira en la que se realizaba el supuesto traslado de los murales por el que tantos años lleva luchando la asociación. Se instó, ya en un tono más serio, a la acción por parte de las autoridades competentes.
Se repartieron cascos de obra, se invitó a los viandantes a conocer el mensaje y significado de la protesta e incluso se sobreactuó para, con efusividad, llorar de emoción por lo que se suponía era un logro. El camino prosiguió por la calle de la Galera y en dirección a Bellas Artes, siempre amenizado con la caracola del diplomático Souto.