El intrusismo profesional cursa con la realización de actos propios de una profesión por personas que no tienen la titulación y capacitación exigidas. Ocurre en casi todas las profesiones, pero se manifiesta con más frecuencia en la sanidad y en la educación. Hace pocos días se supo que una falsa médica ejerció ilegalmente en Lugo y A Coruña sin la titulación pertinente. Un peligro para los pacientes, aunque la falsa médica solo ejerció unos meses.
Es más espectacular el caso de una profesora portuguesa que enseñó matemáticas durante 30 años sin tener la acreditación académica. En la década de los ochenta ella entregó varios certificados de estudios acreditativos de su titulación y unos años después una certificación de la Universidad de Madeira conforme había terminado un máster que le supuso aumento de sueldo y participar como coautora en la elaboración de manuales escolares para alumnos y para profesores.
El año pasado una denuncia anónima llevó a la Inspección a investigar su currículum, concluyó que los certificados de estudios presentados desde 1988 estaban falsificados y treinta años después la profesora fue expulsada de la enseñanza. Pero el caso sigue en litigio, un tribunal mantiene su destitución y ella defiende su trayectoria.
¿Y qué piensan sus alumnos y los padres, parte esencial del contexto educativo? En declaraciones al periódico Público un representante de los alumnos señaló que “la gran mayoría de los encargados de educación le reconocía un desempeño excelente. Lograba que los buenos alumnos mejoraran sus resultados y que los menos buenos mejoraran su desempeño… teníamos un gran aprecio hacia ella y hacia su capacidad para enseñar”. De hecho, les disgustó la noticia de su expulsión.
La valoración y satisfacción de los alumnos revela que la enseñanza efectiva no siempre está determinada por un título e indica que esta profesora desarrolló competencias didácticas valiosas, como la capacidad de explicar conceptos de manera clara, motivar a los estudiantes y generar un ambiente de aprendizaje positivo. Es preciso admitir que hay personas que, sin título, poseen cualidades para la enseñanza.
Esto invita a reflexionar sobre el equilibrio entre la formalidad de la titulación y la vocación para enseñar. Lo ideal es que acompañen al título valores como la pasión para enseñar, el carisma y la empatía, cruciales en el proceso educativo.
Dicho esto, que una intrusa se cuele unos meses en el ejercicio de la medicina es preocupante e igual de alarmante es que una persona sin título ejerza la docencia durante treinta años. Hay que perseguir el intrusismo profesional, vigilar que los que ejercen las distintas profesiones tengan la titulación que otorga la capacitación. Los títulos, decía un viejo profesor, no dan la ciencia, pero la suponen. Y para los ciudadanos son una garantía.