Sin quererlo

Sin quererlo
Pegatina con el rostro de Samuel Luiz | EP

Era 1992. La imagen de un coruñés daba la vuelta al mundo: un joven de 34 años, con sida, retaba públicamente a George Bush. El pulso era que lo deportase aplicando contra él la ley que impedía entrar en Estados Unidos a los ciudadanos de otros países con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Su nombre era Tomás Fábregas, pero la repercusión mediática de su batalla traspasó fronteras y le hizo un hueco en la historia de la lucha social. Samuel Luiz, por su parte, no buscaba ser referente del colectivo Lgtbi. Tampoco que su nombre y su apellido copasen minutos de televisión a miles y miles de kilómetros de la que era su ciudad, su casa.


Pero, sin quererlo, del dolor nació una causa que llenó plazas en todo el mundo clamando justicia. Al unísono. Justicia para Samuel. Han tenido que pasar más de tres años para que este lema cobre sentido. Ya hay sentencia para uno de los juicios más mediáticos de la historia de este país. Ya se han apagado los focos. Cierto es que a este caso le queda un largo camino: las defensas recurrirán la sentencia. Pero Samuel, sin quererlo, ha dejado un legado que reinará en la memoria de muchos. Lo que dices, importa; sobre todo si las palabras que salen de tu boca preceden a un hecho tan grave como la muerte de una persona. Y el resultado de este juicio es ejemplar por ello. 


La frase “maricón de mierda” ha sido reconocida como una agravante de discriminación por orientación sexual. Y sí, sin quererlo, es ejemplar. Ejemplar porque la sociedad continúa utilizando expresiones como “maricón el último” o “es una mariconada” como si de un asunto baladí se tratase. En el caso de Samuel, la masa social lo tuvo claro desde el primer momento. Bastaron tres segundos para entender que no hay “maricón de mierda” que pueda quedar impune. Que ya no hay ‘mariconadas’ que valgan. Después llegaron las instituciones y, por último, un jurado popular que así lo consideró por unanimidad. 

 

A Samuel lo asesinaron en tres minutos. Lo que dura de media una canción fue suficiente para dar un cúmulo de golpes que se llevó por delante los sueños de un joven que ha dejado a una familia desolada. El 3 de julio de 2021 es una fecha que A Coruña nunca olvidará. Tres jóvenes cumplirán condena por asesinato y un cuarto por cómplice. Y, tres años después, hay justicia. A veces, los héroes lo son sin quererlo. Al igual que las víctimas.
 

Sin quererlo

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